En 1986, por pura casualidad, durante una excavación en Rumanía, a pocos kilómetros del Mar Negro, se descubrió una curiosa cueva. En el interior, que había permanecido aislado del resto del mundo durante decenas de miles de años, se encontraron 30 especies nuevas de animales desconocidos para la ciencia.
Entre las nuevas especies de invertebrados había arácnidos, crustáceos, miriápodos e insectos que habían desarrollado la capacidad de vivir sin luz solar y sin oxígeno. De hecho, la atmósfera de la cueva sería irrespirable para cualquier otra especie por el alto contenido de sustancias tóxicas.
Las especies de la cueva Movile perdieron la pigmentación y aprendieron a orientarse y moverse en la oscuridad total. Además, dado que allí no existe ningún organismo fotosintético, comenzaron a alimentarse con la energía química obtenida de la oxidación del sulfuro de hidrógeno.
Entre las nuevas especies de invertebrados había arácnidos, crustáceos, miriápodos e insectos que habían desarrollado la capacidad de vivir sin luz solar y sin oxígeno. De hecho, la atmósfera de la cueva sería irrespirable para cualquier otra especie por el alto contenido de sustancias tóxicas.
Las especies de la cueva Movile perdieron la pigmentación y aprendieron a orientarse y moverse en la oscuridad total. Además, dado que allí no existe ningún organismo fotosintético, comenzaron a alimentarse con la energía química obtenida de la oxidación del sulfuro de hidrógeno.