Año 1924. Provincia de Camaguey, Cuba. Un niño, desarrapado y larguirucho, sentado en el suelo, golpea sobre dos latas de leche condensada como si fueran dos auténticos bongós. El niño canta, se desgañita, parece que la voz le sale de las tripas. Nadie, ni siquiera él, sospecha que se va convertir en el más grande cantante cubano de todos los tiempos. Se llama Bartolomé Maximiliano Moré: el Bárbaro del Ritmo.
Investigando sobre su vida descubro que le llamaron Benny porque Bartolo, en México, equivale a burro, y ahora, mientras le escucho, "que me caigan los dientes si miento", dice, noto que algo me tiembla ¿Es sugestión o se le nota un poco el origen? Su tatarabuelo era el rey de una tribu del Congo.
Le he imaginado los primeros años, por los bares y cafés, por lo visto pasaba el sombrero y tenía una frase: "Coopere con el artista cubano" y ya era un destello de genialidad. Lo normal era que le echaran a la calle, para que no molestara a los clientes.
Años más tarde, él mismo confiesa que hubo un acontecimiento que le impresionó especialmente: la primera vez que escuchó su voz grabada. ¿Cómo un hombre sin conocimientos musicales pudo ser compositor, dirigir orquestas y convertirse en símbolo de la música cubana? Puro instinto. Era capaz de dictar a sus arreglistas lo que imaginaba, imitando el sonido de los instrumentos, improvisando coreografías. Le veo sobre el escenario, los pantalones "bataholas", tirantes, zapatos de dos tonos, dirigiendo la orquesta como un loco. Todo un espectáculo su cuerpo desgarbado, sus extraños bailes, el sombrero de ala ancha y el bastón.
¿Quién le iba a decir a aquel niño larguirucho que algún día viajaría a Estados Unidos, que cantaría en la gala de entrega de los Oscars? Sí, el Benny en Hollywood. Como cantante de la orquesta de Luis Alcaraz, entre la creme de la creme del cine de los 50.
Leo por ahí que se bajaba una botella de ron Peralta, un boxeador, como él decía, "y se entraba a palos hasta terminarlo". Un genio. Yo antes era de más de Machín, pero los años, y Cabrera Infante, me abrieron los ojos. "Dime por fin que sientes", llora el bárbaro, "ahora que estamos separados..." Le imagino aquella noche, actuando en Palmira, tres días antes de su muerte. Cuentan que en el intermedio salió a tumbarse al coche, la cirrosis ya le hacía vomitar sangre. La voz del Benny va saliendo, de entre su nariz y la ultratumba, siento el placer a chorros sobre los hielos, por la ventana entra un aire tibio. Ya pronto vendrá el calorcito.
Investigando sobre su vida descubro que le llamaron Benny porque Bartolo, en México, equivale a burro, y ahora, mientras le escucho, "que me caigan los dientes si miento", dice, noto que algo me tiembla ¿Es sugestión o se le nota un poco el origen? Su tatarabuelo era el rey de una tribu del Congo.
Le he imaginado los primeros años, por los bares y cafés, por lo visto pasaba el sombrero y tenía una frase: "Coopere con el artista cubano" y ya era un destello de genialidad. Lo normal era que le echaran a la calle, para que no molestara a los clientes.
Años más tarde, él mismo confiesa que hubo un acontecimiento que le impresionó especialmente: la primera vez que escuchó su voz grabada. ¿Cómo un hombre sin conocimientos musicales pudo ser compositor, dirigir orquestas y convertirse en símbolo de la música cubana? Puro instinto. Era capaz de dictar a sus arreglistas lo que imaginaba, imitando el sonido de los instrumentos, improvisando coreografías. Le veo sobre el escenario, los pantalones "bataholas", tirantes, zapatos de dos tonos, dirigiendo la orquesta como un loco. Todo un espectáculo su cuerpo desgarbado, sus extraños bailes, el sombrero de ala ancha y el bastón.
¿Quién le iba a decir a aquel niño larguirucho que algún día viajaría a Estados Unidos, que cantaría en la gala de entrega de los Oscars? Sí, el Benny en Hollywood. Como cantante de la orquesta de Luis Alcaraz, entre la creme de la creme del cine de los 50.
Leo por ahí que se bajaba una botella de ron Peralta, un boxeador, como él decía, "y se entraba a palos hasta terminarlo". Un genio. Yo antes era de más de Machín, pero los años, y Cabrera Infante, me abrieron los ojos. "Dime por fin que sientes", llora el bárbaro, "ahora que estamos separados..." Le imagino aquella noche, actuando en Palmira, tres días antes de su muerte. Cuentan que en el intermedio salió a tumbarse al coche, la cirrosis ya le hacía vomitar sangre. La voz del Benny va saliendo, de entre su nariz y la ultratumba, siento el placer a chorros sobre los hielos, por la ventana entra un aire tibio. Ya pronto vendrá el calorcito.