Infancias salvajes

17 enero 2005

La mayoría de los niños hallados entre animales caminaban a cuatro patas y carecían de lenguaje verbal. En los últimos 600 años se han registrado cerca de 50 casos de adopción animal, la mayoría de ellos en Europa y Asia. Casos de lobos que adoptaron niños, osos, leopardos, panteras, leones, monos, ovejas, cerdos, ganado, varias especies de aves...

En 1937, se documentó el caso de una niña, en Turquía, que había pasado ocho años viviendo con una familia de osos. En 1981, una pequeña portuguesa de nueve años que fue descubierta viviendo en un gallinero donde su madre la encerró desde su nacimiento, manifestaba las mismas reacciones que las gallinas, durmiendo en el suelo y caminando de una manera muy extraña moviendo sus brazos como si fueran alas.

El caso de las niñas-lobo

En 1920, un reverendo de Midnapore (India) encontró a dos niñas - de unos tres y seis años de edad - viviendo entre una familia de lobos. Tras matar a la madre-loba, el sacerdote ingresó a las niñas en un orfanato. Las pequeñas se quitaban la ropa a mordiscos y parecían insensibles al frío. Emitían gruñidos, ladridos, gemidos y chirridos y aullaban para hacer contacto con sus antiguos compañeros.

El niño gacela

En su edición del 1 de febrero de 1971, el diario británico The Daily Mirror, narra el encuentro de uno de sus periodistas con un niño que se desplazaba a saltos entre una manda de gacelas en el Sáhara español. Aunque el niño nunca fue capturado, el antropólogo francés Jean Claude Armen docmentó que el chico se comportaba como una gacela más del grupo. Comía vegetales sin usar sus manos, pastaba, olfateaba el aire y crispaba las orejas en la dirección del sonido. Unos años antes, en 1945 fue capturado el primer niño-gacela en el desierto de Siria. Cuando lo atraparon corría a 50 kilómetros por hora.


Un niño muy mono

En junio de 1931, el psicólogo Winthrop Niles Kellogg decidió adoptar una chimpancé de siete meses de edad, llamada Gua, y criarla junto a su hijo Donald, de 10 meses, como si fueran hermanos. El niño y el mono usaban las mismas cucharas, los mismos pijamas, los mismos orinales. Al cabo de unas semanas descubrieron que era el mono el que estaba socializando al niño: la chimpancé tardó menos que el crío en aprender a comer con cuchara y a no mojar los pañales. El niño empezó a imitar a Gua y a los 14 meses emitía una especie de ladrido para indicar que tenía hambre. Lamía los restos de comida del suelo y mordisqueaba sus zapatos.

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