El virus que nos va a matar a todos acaba de entrar en Europa en forma de cisne, una extraña alegoría de ánades muertas sobre el Danubio, exhaustas de tanto bailar el vals. En mis sueños veo columnas de cisnes griposos que se adentran en Europa, viejos aldeanos que miran al cielo con el mismo desasosiego con que vieron pasar a Atila o los bombarderos de la Luftwafe. “Terrible fue la gripe del año 2005. Barrió un millón de almas y sin embargo me dejó vivo". He empezado un diario en el que cuento que por las noches se me aparecen Johan Strauss y Stanley Kubrick y me dicen que tenga miedo de los pájaros, que todo será como en aquella película de Hitchcock, una pesadilla de cigüeñas que tosen sobre los postes telefónicos.
En mis sueños yo soy como Nils Holgerson, y los gansos andan sueltos de la tripa. Vamos soltando una lluvia de virus sobre Estocolmo, Munich, Zaragoza. A veces, me duermo sobre la grupa de uno de los pájaros, y entonces me parece estar en casa, como aquellas mañanas en que me quedaba sin ir al colegio disfrutando de la fiebre y viendo "A vista de pájaro". “La catedral de León es la más ‘francesa’ de las grandes catedrales” – decía la voz del locutor, y a mí me picaba debajo de los párpados.