Pedro Antonio Ramiro Garbajosa, bohemio contemporáneo, aprende sueco en los libros que roba de las estanterías del Ikea. Pedro Antonio saca dos o tres ejemplares por semana, ocultos debajo del pantalón, con la morbosa emoción de un adolescente que robara en la Shakespeare & Company. Pedro Antonio se adentra en las páginas de Den knutna näven de Lagerkvist o del Leopardens öga de Mankell, con una curiosidad insaciable, aunque apenas entiende una palabra.
Es verdad que ha adquirido algún vocabulario con al mando de su DVD, gracias a lo cual reconoce palabras como menú, volumen o contraste, además de expresiones tan útiles como subtítulos o rebobinado. Pero no dejará que el idioma suponga un obstáculo. Devora títulos como el Utvandrarna de Vilhem Moberg, o Troll och människor de Selma Lagerlöf, y sufre la monomanía de lo nórdico. Se imagina caminando por la tundra, insólito como un personaje de Hansum. A veces se le ocurre que Estocolmo debe de ser algo así como Cercedilla, una soledad de pinares y un olor de chimeneas en la nieve.
Y valquirias azuladas, que cantan como Björk.
Es verdad que ha adquirido algún vocabulario con al mando de su DVD, gracias a lo cual reconoce palabras como menú, volumen o contraste, además de expresiones tan útiles como subtítulos o rebobinado. Pero no dejará que el idioma suponga un obstáculo. Devora títulos como el Utvandrarna de Vilhem Moberg, o Troll och människor de Selma Lagerlöf, y sufre la monomanía de lo nórdico. Se imagina caminando por la tundra, insólito como un personaje de Hansum. A veces se le ocurre que Estocolmo debe de ser algo así como Cercedilla, una soledad de pinares y un olor de chimeneas en la nieve.
Y valquirias azuladas, que cantan como Björk.