Con la ortografía sucede lo mismo que con las rotondas; nadie sabe cuándo poner los intermitentes ni dónde los acentos. El mundo es una carrera de locos donde nadie respeta las señales, las comas ni los semáforos. Pancartas, pintadas, manifiestos, carteles; no hay uves ni bés, ni acentos ni cordura.
Acabaremos todos como Lord Timothy Dexter, un excéntrico millonario de Massachussets que escribió una novela sin un solo signo de puntuación. Al final del libro dejó una página y media llena de puntos, comas y acentos, invitando al lector a distribuirlos como juzgara conveniente.