1. Los pensamientos se comen. Conozco a gente que se los traga. Otros – los de la bulimia ideológica – los vomitan de buena mañana. Pongo la tele y me topo con una reportera comiendo flores a puñaos, como si fuera un borrico. Ensalada de pensamientos y caléndulas – dice. Resulta sugerente. Como aquellos cuadros de Odilon Redon con que nos masturbábamos de adolescentes.
2. Los pensamientos se beben. Hace un par de meses, en Burgos. Una camarera nos recomienda un vino que, según ella, está “lleno de ideas”. Debuten. No lo comprendo hasta la tercera botella. El vino se queda con mis ideas y me devuelve las suyas, rancias por el tiempo.
3. Los pensamientos acechan. Habla Pablo Motos, en la Cuatro. Comenta un truco mnemotécnico para recordar sus monólogos. Consiste en asociar cada parte del discurso con un tramo del recorrido diario hasta el trabajo. El primer pensamiento a recordar se coloca en el tramo de la cama a la ducha. De la ducha a la cocina, el segundo. El tercero desde el portal al garaje. Y así. Llegando a la Gran Vía coloca sus últimos pensamientos. Luego pasamos los demás por allí, sin saber que la calle está llena de ideas.
2. Los pensamientos se beben. Hace un par de meses, en Burgos. Una camarera nos recomienda un vino que, según ella, está “lleno de ideas”. Debuten. No lo comprendo hasta la tercera botella. El vino se queda con mis ideas y me devuelve las suyas, rancias por el tiempo.
3. Los pensamientos acechan. Habla Pablo Motos, en la Cuatro. Comenta un truco mnemotécnico para recordar sus monólogos. Consiste en asociar cada parte del discurso con un tramo del recorrido diario hasta el trabajo. El primer pensamiento a recordar se coloca en el tramo de la cama a la ducha. De la ducha a la cocina, el segundo. El tercero desde el portal al garaje. Y así. Llegando a la Gran Vía coloca sus últimos pensamientos. Luego pasamos los demás por allí, sin saber que la calle está llena de ideas.