"Como amante, Feodor dejó tras de sí una leyenda tan negra que Turgueniev, su contemporáneo, lo clasificaba como "el Marqués de Sade ruso." Se cree que cuando salió de la Academia Militar aún era virgen, y que posteriormente fue dado a consumir los servicios de meretrices. Durante la noche de bodas con su primera esposa, Feodor pasó por un pavoroso patatús epiléptico en el momento menos adecuado y desde entonces el lecho significó algo traumatizante para ambos.
María y Feodor acabaron siendo una de las parejas más disfuncionales de la historia, por lo cual el escritor se lanzó con un fervor enfermizo a una relación sexual con Apollinaria Suslova, quien era sadomasoquista, pelirroja y emancipada. Cuando Polina -que era el mote cariñoso que Feodor le daba a esta joven- no quiso casarse con él, el novelista sufrió lapsos de impotencia y frecuentó a numerosas damas de la noche, entre ellas una niña-prostituta con la cual retozó un rato en una bañera llena de cerveza, según reza la leyenda. Anna, su segunda esposa y adorada mecanógrafa, fue la felicidad hecha a la medida para Feodor.
A él encantaba besarle y lamerle los pies a su joven cónyuge, le escribía cartas lascivas como para enrojecer al más libertino, y les gustaba hacer el amor en las posiciones más acrobáticas posibles. En una ocasión Feodor y su Anna -en medio de sus retozos sexuales- rompieron una silla que fue del padre del escritor y que pertenecía a las reliquias familiares. En otra ocasión feodor embadurnó de miel a Anna de pies a cabeza y casi se los comen vivos las cucarachas cuando se quedaron dormidos tras una sesión particularmente aparatosa. Al morir Feodor, Anna eliminó de las cartas, las partes más impúdicas..." (sic)
María y Feodor acabaron siendo una de las parejas más disfuncionales de la historia, por lo cual el escritor se lanzó con un fervor enfermizo a una relación sexual con Apollinaria Suslova, quien era sadomasoquista, pelirroja y emancipada. Cuando Polina -que era el mote cariñoso que Feodor le daba a esta joven- no quiso casarse con él, el novelista sufrió lapsos de impotencia y frecuentó a numerosas damas de la noche, entre ellas una niña-prostituta con la cual retozó un rato en una bañera llena de cerveza, según reza la leyenda. Anna, su segunda esposa y adorada mecanógrafa, fue la felicidad hecha a la medida para Feodor.
A él encantaba besarle y lamerle los pies a su joven cónyuge, le escribía cartas lascivas como para enrojecer al más libertino, y les gustaba hacer el amor en las posiciones más acrobáticas posibles. En una ocasión Feodor y su Anna -en medio de sus retozos sexuales- rompieron una silla que fue del padre del escritor y que pertenecía a las reliquias familiares. En otra ocasión feodor embadurnó de miel a Anna de pies a cabeza y casi se los comen vivos las cucarachas cuando se quedaron dormidos tras una sesión particularmente aparatosa. Al morir Feodor, Anna eliminó de las cartas, las partes más impúdicas..." (sic)