Dentro de poco, como en aquel mapa imaginario de Borges, nuestros sistemas de cartografía virtual no dejarán nada fuera de su alcance. Herramientas como Google Earth, Google Maps o MSN Virtual Earth, permiten ya recorrer la Tierra desde el salón de tu casa, fisgar y detectar detalles que hasta ahora pasaban desapercibidos para la Humanidad. Hace unas semanas, sin ir más lejos, un vendedor de lonas de plástico descubría dos cráteres nuevos sobre la superficie de África, o algunos aficionados confirmaban la presencia de un milenario puente de arena entre La India y Sri Lanka.
Todo es concienzudamente fotografiado, fisgado y controlado por satélites y cámaras de seguridad. Webcams de toda clase registran los movimientos de la plaza de tu pueblo o las evoluciones del más recóndito nido de somormujos. Tipos que se encierran y filman sus poluciones, casas de cristal o páginas como chicagocrime.org que muestra los crímenes de una ciudad minuto a minuto, son buen ejemplo de ello.
Por si fuera poco, plataformas del estilo de Youtube, Flickr, o Google Video, permiten almacenar tal cantidad de material audiovisual que muy pronto tendrán grabados y archivados cada uno de nuestros movimientos. ¿Te acuerdas de aquella vez que la prima Chelo se rompió los dientes contra una farola? Bastará teclear la dirección adecuada para encontrar nuestros recuerdos.
En aquel lugar imaginado por Borges los cartógrafos terminaban por construir un mapa que tenía el tamaño exacto del Imperio y coincidía puntualmente con él. En nuestro futuro inmediato todo pasará a ser encontrable y detectable en la red. Un “voy a tener suerte” que mostrará las coordenadas de una realidad paralela y descomunal.
El Infierno de entonces, como el de ahora, seguirá siendo ese lugar fuera del alcance de todas las miradas. Paisajes que no constan en los archivos, zonas de sombra que desaparecen de los registros o largos pasillos de los que la administración nada quiere saber. Sobre “los desiertos del Oeste”, parafraseando al maestro, seguirán cruzando vuelos de los que nadie tiene noticia, aviones invisibles y gentes, ya inexistentes, que miran desde una ventanilla de cristal.
Todo es concienzudamente fotografiado, fisgado y controlado por satélites y cámaras de seguridad. Webcams de toda clase registran los movimientos de la plaza de tu pueblo o las evoluciones del más recóndito nido de somormujos. Tipos que se encierran y filman sus poluciones, casas de cristal o páginas como chicagocrime.org que muestra los crímenes de una ciudad minuto a minuto, son buen ejemplo de ello.
Por si fuera poco, plataformas del estilo de Youtube, Flickr, o Google Video, permiten almacenar tal cantidad de material audiovisual que muy pronto tendrán grabados y archivados cada uno de nuestros movimientos. ¿Te acuerdas de aquella vez que la prima Chelo se rompió los dientes contra una farola? Bastará teclear la dirección adecuada para encontrar nuestros recuerdos.
En aquel lugar imaginado por Borges los cartógrafos terminaban por construir un mapa que tenía el tamaño exacto del Imperio y coincidía puntualmente con él. En nuestro futuro inmediato todo pasará a ser encontrable y detectable en la red. Un “voy a tener suerte” que mostrará las coordenadas de una realidad paralela y descomunal.
El Infierno de entonces, como el de ahora, seguirá siendo ese lugar fuera del alcance de todas las miradas. Paisajes que no constan en los archivos, zonas de sombra que desaparecen de los registros o largos pasillos de los que la administración nada quiere saber. Sobre “los desiertos del Oeste”, parafraseando al maestro, seguirán cruzando vuelos de los que nadie tiene noticia, aviones invisibles y gentes, ya inexistentes, que miran desde una ventanilla de cristal.