Si no se hubiera rodado en un escenario de cartón piedra, los guías del Coliseo deberían incluir este mítico duelo entre sus indicaciones; por aquí salían los gladiadores, aquí se sentaba Tito Claudio y en este pasillo Bruce le puso las pilas al joven Chuck, que por entonces gastaba una melena como el chulito de Parchís. La pelea es una escena clásica de “The way of the dragon” (“El furor del dragón” en portentosa traducción) y uno de esos momentos adorados por las hordas del frikismo internacional.
En el inicio de la secuencia, Chuck y Bruce juegan al corre-corre-que te-pillo por las galerías del Coliseo como dos auténticos julais. Después llegan a una sala donde hay un gato y está preparada la función. El Coliseo está como en obras y Chuck, con ese pecho a lo vivo, más que un karateka parece un encofrador.Como suele ocurrir, Bruce va encajando los primeros guantazos – codazos, coscorrones y algún que otro ipón – hasta que una mala patada le tira para atrás. Es entonces – momento mítico - cuando el pequeño Bruce se rehace desde el suelo, trinca el pechazo de Chuck y le arranca media pelambrera de un tirón.
El debut de Chuck Norris en la gran pantalla es un poco como el de Mar Flores, ni una palabra de su boca y mucha miradita de guión. Bruce Lee le arranca los pelos del pecho y los sopla hacia el horizonte inaugurando la ‘Kung Fu-depilación’. Después solo le queda cobrar, poner cara de bueno y recibir la famosa tunda del dragón. A mí esta paliza me relaja, me sirve para ajustar mis cuentas con el viejo Chuck; ésta por Texas Ranger – me digo con entusiasmo–, ésta por el capitán Braddock y ésta – la más gorda de todas– por aquellas insufribles sesiones de musculación.
¿Chuck o Bruce? Debate a muerte en los comentarios: