De un río se espera que muera mansamente, que se deslice entre los juncos sin rechistar, como un anciano que ya ha vivido suficiente. El Ebro, el Nilo, el Guadalquivir, todos entran en el océano en forma de marisma reposada, como quien no quiere molestar. Por eso nos asustan esos ríos que saltan sobre el mar como jóvenes suicidas e impacientes.
Un río que se despeña desde un cortado es una anomalía de lo natural, se diría que el día que inauguraban valles y montañas alguien dejó esta parte sin terminar. El propio río, que avanza dormido entre la roca, parece llevarse un susto de muerte. “¡Coño!” – se dice el río al despertar, pero su pensamiento flota ya sobre la espuma del mar.
Si nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, la vida de estos ríos es como la de Larra, un quejido deslumbrante y fugaz.
No son muchas las cascadas de este tipo que existen en el mundo; tal vez la más espectacular sea la del río Mealt, en la isla escocesa de Skye, que se precipita desde un acantilado de 50 metros sobre la costa. O la del río Duden, en Anatolia, que – a pesar de su nombre – se lanza sobre el Mediterráneo con soltura y determinación.
El caso de España es, desde luego, digno de cachondeo: la cascada del río Xallas, en la Costa da Morte, tiene horario de 12 a 14h los sábados y domingos. Es la única de todo el continente europeo que desemboca en el mar y la única con horario oficial. La Xunta y los chicos de Ferroatlántica construyeron un embalse río arriba y se cargaron el espectáculo por el bien de la civilización – y de su cuenta de resultados. Unos años después, ante la ola de protestas, ese superhéroe de nuestro tiempo llamado Manuel Fraga acudió presto al lugar e inauguró la primera cascada del mundo de 12 a 2, don dos cojones y un montón de gaiteiros.
Un río que se despeña desde un cortado es una anomalía de lo natural, se diría que el día que inauguraban valles y montañas alguien dejó esta parte sin terminar. El propio río, que avanza dormido entre la roca, parece llevarse un susto de muerte. “¡Coño!” – se dice el río al despertar, pero su pensamiento flota ya sobre la espuma del mar.
Si nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, la vida de estos ríos es como la de Larra, un quejido deslumbrante y fugaz.
No son muchas las cascadas de este tipo que existen en el mundo; tal vez la más espectacular sea la del río Mealt, en la isla escocesa de Skye, que se precipita desde un acantilado de 50 metros sobre la costa. O la del río Duden, en Anatolia, que – a pesar de su nombre – se lanza sobre el Mediterráneo con soltura y determinación.
El caso de España es, desde luego, digno de cachondeo: la cascada del río Xallas, en la Costa da Morte, tiene horario de 12 a 14h los sábados y domingos. Es la única de todo el continente europeo que desemboca en el mar y la única con horario oficial. La Xunta y los chicos de Ferroatlántica construyeron un embalse río arriba y se cargaron el espectáculo por el bien de la civilización – y de su cuenta de resultados. Unos años después, ante la ola de protestas, ese superhéroe de nuestro tiempo llamado Manuel Fraga acudió presto al lugar e inauguró la primera cascada del mundo de 12 a 2, don dos cojones y un montón de gaiteiros.