Timadores, prostitutas, carteristas, rateros. La mayoría aparecen de lado y de perfil, otras veces en grupo, a menudo en las fotografías solo ha quedado un nombre y una fecha, en otras aparece alguna curiosa anotación: “ladrón de caballos”, “estafador”, “borracho”. Durante los últimos diez años, el periodista Mark Michaelson ha recuperado de los cajones de las prisiones y viejas comisarías de EEUU una colección de más de 10.000 fichas policiales realizadas desde 1880 hasta finales de los 70. Las instantáneas se exponen desde el pasado 14 de septiembre en la galería Steven Kasher de Nueva York y constituyen un vibrante recorrido por el lado más sórdido y menos conocido del país.
Las imágenes hablan por sí solas; algunos miran a la cámara huraños, otros sonríen, la mayoría parece desear estar muy lejos de allí. Detrás de cada cara, de cada camisa o cada corte de pelo, hay una historia. Y hasta ahora nadie se había ocupado de contarla.
Mark Michaelson, que lleva años salvando estos archivos del olvido, reconoce que las fotografías deberían haber sido destruidas en su momento, pero ahora las recuperado y forman parte del patrimonio universal.
“La historia fue escrita por los poderosos – dice Michaelson – Las historias de esta gente nadie las suele contar”. Muchas de las imágenes tienen la fuerza de los retratos de Richard Avedon, tal vez porque al famoso fotógrafo le gustaba provocar que sus modelos se sintieran incómodos. “Sea o no sea culpable el sujeto, – señala Michaelson – hay un conflicto en el momento en el que se dispara la fotografía”.
A menudo, la colección se convierte en una especie de catálogo de inocentes; desde ancianitas que robaron en una tienda, a padres de familia que se vieron envueltos en una pelea. En una de las fotos, realizada en Santa Mónica en 1929, vemos al pequeño Jack Ingles, de 12 años. A su lado, una anotación no explica que él y otros chicos estaban “en posesión de un coche robado”, tal vez el principio de una larga carrera criminal.
La colección también es un recorrido por los prejuicios y obsesiones de la sociedad americana. Una foto de 1923 hace constar que la arrestada “fue sorprendida en la cama con un hombre que no era su marido”. En otra, hacia 1932, un hombre es acusado de “comunista” y entre paréntesis el policía de turno añade un dato revelador: “Red Literature” (“literatura roja”).
Una de las más curiosas es la ficha policial de Archie Ross, arrestado en Santa Mónica en 1913. No tiene más de 20 años, aparece tranquilo, ligeramente despeinado. La historia del caso reza: “Arrestado por robar un reloj en el bar Savoy. Aseguró que el dueño se lo había regalado. Ambos borrachos”.
Sea como fuere esta maravillosa galería de sospechosos ejerce una atracción fatal sobre el espectador: un catálogo de gentes que han puesto un pie fuera de las reglas, tipos que se han visto proyectados hacia el lado oscuro y tal vez se hayan quedado para siempre. Entre ellos, seguramente, muchos han dado ese paso que nosotros no nos atrevemos a dar. [Via]
* Aquí os dejo un PDF que resume el contenido de la exposición y la maravillosa página de Mark Michaelson en Flickr, en la que uno puede sumergirse durante horas. Y por el mismo precio: Entrevista con Mark Michaelson
Las imágenes hablan por sí solas; algunos miran a la cámara huraños, otros sonríen, la mayoría parece desear estar muy lejos de allí. Detrás de cada cara, de cada camisa o cada corte de pelo, hay una historia. Y hasta ahora nadie se había ocupado de contarla.
Mark Michaelson, que lleva años salvando estos archivos del olvido, reconoce que las fotografías deberían haber sido destruidas en su momento, pero ahora las recuperado y forman parte del patrimonio universal.
“La historia fue escrita por los poderosos – dice Michaelson – Las historias de esta gente nadie las suele contar”. Muchas de las imágenes tienen la fuerza de los retratos de Richard Avedon, tal vez porque al famoso fotógrafo le gustaba provocar que sus modelos se sintieran incómodos. “Sea o no sea culpable el sujeto, – señala Michaelson – hay un conflicto en el momento en el que se dispara la fotografía”.
A menudo, la colección se convierte en una especie de catálogo de inocentes; desde ancianitas que robaron en una tienda, a padres de familia que se vieron envueltos en una pelea. En una de las fotos, realizada en Santa Mónica en 1929, vemos al pequeño Jack Ingles, de 12 años. A su lado, una anotación no explica que él y otros chicos estaban “en posesión de un coche robado”, tal vez el principio de una larga carrera criminal.
La colección también es un recorrido por los prejuicios y obsesiones de la sociedad americana. Una foto de 1923 hace constar que la arrestada “fue sorprendida en la cama con un hombre que no era su marido”. En otra, hacia 1932, un hombre es acusado de “comunista” y entre paréntesis el policía de turno añade un dato revelador: “Red Literature” (“literatura roja”).
Una de las más curiosas es la ficha policial de Archie Ross, arrestado en Santa Mónica en 1913. No tiene más de 20 años, aparece tranquilo, ligeramente despeinado. La historia del caso reza: “Arrestado por robar un reloj en el bar Savoy. Aseguró que el dueño se lo había regalado. Ambos borrachos”.
Sea como fuere esta maravillosa galería de sospechosos ejerce una atracción fatal sobre el espectador: un catálogo de gentes que han puesto un pie fuera de las reglas, tipos que se han visto proyectados hacia el lado oscuro y tal vez se hayan quedado para siempre. Entre ellos, seguramente, muchos han dado ese paso que nosotros no nos atrevemos a dar. [Via]
* Aquí os dejo un PDF que resume el contenido de la exposición y la maravillosa página de Mark Michaelson en Flickr, en la que uno puede sumergirse durante horas. Y por el mismo precio: Entrevista con Mark Michaelson