El cementerio marino

23 septiembre 2006

A principios de 1970 las autoridades de Fort Lauderdale, en Florida, diseñaron un plan para enriquecer la vida marina de sus costas: alrededor de dos millones de neumáticos fueron arrojados al mar con la intención de crear un gran arrecife que acogiera a cientos de peces y especies marinas.

Sin embargo, los planes no salieron como esperaban.

Unas quince hectáreas de fondo oceánico permanecen desde entonces cubiertas por neumáticos de todos los tamaños. Después de 30 años, el arrecife se ha convertido en una auténtica máquina de destrucción ambiental. Cada vez que hay una marea fuerte – no digamos ya si se trata de huracanes o tormentas tropicales – los neumáticos son violentamente arrastrados por el fondo y destrozan los arrecifes naturales al chocar contra ellos. Por si fuera poco, las corrientes arrastran los neumáticos hacia la costa, convirtiendo las playas en un improvisado cementerio de ruedas.

Para los buceadores, la mera visión de este bosque de caucho resulta dantesca. Los neumáticos se extienden bajo el océano a lo largo de más de dos millas componiendo una extraña alucinación. Para sacarlos, las autoridades locales han diseñado un plan que costará millones de dólares y requerirá la intervención del Ejército.

Los arrecifes artificiales son una solución relativamente frecuente en muchos lugares del mundo. Se recurre a ellos para regenerar la vida submarina, a menudo son muy útiles para recuperar ecosistemas sensibles o para crear nuevos recursos de pesca. En teoría lo más lógico es la utilización de grandes bloques de hormigón o estructuras de acero, pero en la vida real siempre se termina utilizando el material que se tiene más a mano.

Durante muchos años la solución más recurrente ha sido el hundimiento de grandes barcos para crear nueva vida submarina. Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo el portaaviones USS Oriskany fue hundido frente a la playa de Pensacola, en el Golfo de México, dando lugar al mayor arrecife artificial conocido hasta el momento.

No muy lejos de allí ha habido soluciones más imaginativas. En Ohio, por ejemplo, las autoridades diseminaron los escombros del antiguo Cleveland Stadium por todo el lago Erie con el fin de formar nuevos arrecifes; en Texas, una empresa ha desarrollado un programa para hundir antiguas plataformas petrolíferas y convertirlas en arrecifes; y hace unos meses, el 14 de enero de 2006, la Sociedad de Arrecifes Artificiales de Columbia hundió un Boeing-737 de la Canadian Airlines en las aguas de Chemainus, Canadá.

Sin embargo, el caso más surrealista es el de New Jersey. Allí, el departamento de Medio Ambiente lleva arrojando vagones de metro al mar desde los años 90. En el año 2003 la ciudad recibió 250 vagones procedentes del metro de Nueva York y los fue repartiendo por la costa en grupos de cincuenta.

Actualmente, en aguas de Cleveland hay más de una docena de arrecifes artificiales formados por vagones del modelo “Redbird” que prestaron servicio en el subsuelo neoyorquino durante más de cuarenta años. Los submarinistas que bajan de vez en cuando confirman que los vagones están algo oxidados, pero rebosantes de vida.


Archivado en: Abandonos