El ‘Bethlem Royal Hospital’ de Londres es el manicomio más antiguo del mundo. Se fundó en el año 1247 con el fin de albergar a todo tipo de "lunáticos" y enfermos mentales. Sin embargo, gracias a sus métodos brutales, pronto empezó a conocerse como el Hospital de “Bedlam”, que en inglés significa confusión o follón. El nombre se lo pusieron los londinenses que escuchaban los gritos que salían del edificio, gritos de locos enjaulados o encadenados a las paredes.
Años más tarde, a partir del siglo XVIII, se puso de moda entre los caballeros y damas ingleses acudir al hospital de Bedlam para pasar una tarde de diversión. Por apenas un penique, los ingleses adquirían un pase para el gran zoológico humano. "La visita de esa casa de locos – cuenta Leopoldo María Panero – era una de las grandes diversiones dominicales de los londinenses. Los visitantes pasaban por esas verjas llamadas "penny gates", porque la entrada costaba muy poco. El visitante tenía derecho a recorrer todas las divisiones, las celdas, hablar con los enfermos, y burlarse de ellos. A cambio de sus agudezas dábales en ocasiones algo de comer, o bien les hacía beber alcohol para estimularles a seguir divirtiéndole".
En el hospital de Bedlam nunca faltaron los huéspedes ilustres. Entre ellos se cuentan casos como el de James Hadfield, que intentó matar al rey Jorge III convencido de que solo con ello se produciría la segunda venida de Jesús; o el de James Tilly Matthews, un famoso comerciante de té que en 1793 se puso en contacto con el primer ministro para advertirle de que una legión de “espías magnéticos” atacaría Gran Bretaña a bordo de “telares voladores” controlados por la mente.
Los casos más interesantes son los de dos extraños artistas: Louis Wain y Richard Dadd. El primero desarrolló una auténtica obsesión por los gatos, sus pinturas de mininos antropomórficos, que fuman, toman el té o juegan al bridge, eran muy valorados en la Inglaterra victoriana y durante años produjo millares de ellos. Wain vivió encerrado en su casa con tres hermanas solteras y 17 gatos, hasta que, al cumplir 57 años, aparecieron los primeros síntomas. De pronto, algo empezó a sucederle a sus gatos. A medida que avanza su esquizofrenia, su expresión se hacía más exagerada y siniestra, Wain empezó a dar largos paseos nocturnos y a hablar de enemigos que influían en su mente a través de rayos eléctricos. La evolución de sus dibujos aún sigue siendo estudiada en las clases de Psiquiatría.
El pintor victoriano Richard Dadd no estaba obsesionado con los gatos pero sí con las hadas. A los 20 años, con una prometedora carrera como pintor, Dadd hizo un viaje a El Cairo y se pasó cinco días fumando hachís en una cachimba. Alrededor del cuarto día, le pareció que el burbujeo de la pipa le hablaba, hasta que comprendió que se trataba de un mensaje del dios egipcio Osiris, que se dirigía a él en un lenguaje de burbujas.
Al cabo de unas semanas, de regreso a Inglaterra, Dadd le partió la cabeza a su padre con un machete y se deshizo del cuerpo. Cuando le capturaron, la policía le requisó una lista con los nombres de las personas a las que se proponía eliminar por orden de Osiris, empezando por su padre y terminando por el Papa de Roma.
Richard Dadd fue confinado de por vida en el hospital de Bedlam. Allí siguió pintando sus cuadros de hadas, pero dedicó nueve largos años a terminar una obra en concreto: “El gran golpe del leñador mágico”. En ella, un grupo de duendes y hadas observa a un extraño leñador que sostiene su hacha y lanza un golpe hacia la nada. Fue tal la cantidad de capas que Dadd fue agregando obsesivamente, que la pintura adquirió un efecto tridimensional. Hoy es una de las obras más deslumbrantes de la Tate Gallery de Londres.
Años más tarde, a partir del siglo XVIII, se puso de moda entre los caballeros y damas ingleses acudir al hospital de Bedlam para pasar una tarde de diversión. Por apenas un penique, los ingleses adquirían un pase para el gran zoológico humano. "La visita de esa casa de locos – cuenta Leopoldo María Panero – era una de las grandes diversiones dominicales de los londinenses. Los visitantes pasaban por esas verjas llamadas "penny gates", porque la entrada costaba muy poco. El visitante tenía derecho a recorrer todas las divisiones, las celdas, hablar con los enfermos, y burlarse de ellos. A cambio de sus agudezas dábales en ocasiones algo de comer, o bien les hacía beber alcohol para estimularles a seguir divirtiéndole".
En el hospital de Bedlam nunca faltaron los huéspedes ilustres. Entre ellos se cuentan casos como el de James Hadfield, que intentó matar al rey Jorge III convencido de que solo con ello se produciría la segunda venida de Jesús; o el de James Tilly Matthews, un famoso comerciante de té que en 1793 se puso en contacto con el primer ministro para advertirle de que una legión de “espías magnéticos” atacaría Gran Bretaña a bordo de “telares voladores” controlados por la mente.
Los casos más interesantes son los de dos extraños artistas: Louis Wain y Richard Dadd. El primero desarrolló una auténtica obsesión por los gatos, sus pinturas de mininos antropomórficos, que fuman, toman el té o juegan al bridge, eran muy valorados en la Inglaterra victoriana y durante años produjo millares de ellos. Wain vivió encerrado en su casa con tres hermanas solteras y 17 gatos, hasta que, al cumplir 57 años, aparecieron los primeros síntomas. De pronto, algo empezó a sucederle a sus gatos. A medida que avanza su esquizofrenia, su expresión se hacía más exagerada y siniestra, Wain empezó a dar largos paseos nocturnos y a hablar de enemigos que influían en su mente a través de rayos eléctricos. La evolución de sus dibujos aún sigue siendo estudiada en las clases de Psiquiatría.
El pintor victoriano Richard Dadd no estaba obsesionado con los gatos pero sí con las hadas. A los 20 años, con una prometedora carrera como pintor, Dadd hizo un viaje a El Cairo y se pasó cinco días fumando hachís en una cachimba. Alrededor del cuarto día, le pareció que el burbujeo de la pipa le hablaba, hasta que comprendió que se trataba de un mensaje del dios egipcio Osiris, que se dirigía a él en un lenguaje de burbujas.
Al cabo de unas semanas, de regreso a Inglaterra, Dadd le partió la cabeza a su padre con un machete y se deshizo del cuerpo. Cuando le capturaron, la policía le requisó una lista con los nombres de las personas a las que se proponía eliminar por orden de Osiris, empezando por su padre y terminando por el Papa de Roma.
Richard Dadd fue confinado de por vida en el hospital de Bedlam. Allí siguió pintando sus cuadros de hadas, pero dedicó nueve largos años a terminar una obra en concreto: “El gran golpe del leñador mágico”. En ella, un grupo de duendes y hadas observa a un extraño leñador que sostiene su hacha y lanza un golpe hacia la nada. Fue tal la cantidad de capas que Dadd fue agregando obsesivamente, que la pintura adquirió un efecto tridimensional. Hoy es una de las obras más deslumbrantes de la Tate Gallery de Londres.
Más: 1, 2, 3, 4, 5 y 6