En la fotografía, tomada el 5 de enero de 1915, un grupo de hombres juegan al fútbol sobre la soledad de la Antártida. Al fondo, un barco les espera en mitad de la nada. Ninguno imagina que serán los últimos instantes de felicidad en mucho tiempo. En apenas unos días, los inmensos bloques de hielo se tragarán el “Endurance” y lo aplastarán como si fuera de papel. Sus 27 tripulantes quedarán atrapados en un témpano flotante y viajarán a la deriva durante más de veinte meses, en la mayor pesadilla de supervivencia jamás imaginada.
Hay un poso de inquietante belleza en cada imagen. En el momento de la fotografía, la expedición lleva cinco meses de viaje. No hay restos de vida en cientos de millas a la redonda. El barco se ha abierto camino por el helado mar de Weddell y se encuentra a 160 kilómetros de su destino. El propósito del intrépido Ernest Shackleton, una vez que Amundsen y Scott han alcanzado el Polo, es cruzar la Antártida de lado a lado y sumar para el Imperio británico una última e impactante hazaña. Semanas antes, el explorador ha puesto un anuncio en los periódicos: "Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Mucho frío. No se asegura retorno con vida". El anuncio funciona como una premonición incontestable: en los siguientes meses el Endurance quedará atrapado y su tripulación dará vueltas en un infierno de hielo durante casi dos años. (Seguir leyendo)
Más allá de la crudeza del viaje y los elementos, lo que diferencia a la expedición del Endurance de las demás es ese ojo que les mira. Durante los largos meses de agonía, la cámara del australiano Frank Hurley no se pierde ni un detalle. Hurley retrata el barco y a su tripulación desde todos los ángulos posibles. La atracción por el hielo se convierte en enfermiza. Por la noche, lucha por descongelar los líquidos de revelado y selecciona las placas que el frío no ha destrozado. A veces se comporta como un loco, se aleja del Endurance hasta que sus compañeros le pierden de vista solo para lograr la mejor perspectiva. En una de las fotografías, tomada por algún marinero, vemos a Hurley en lo alto de un mástil; permanece sentado, con la cámara en la mano.
Una mañana, mientras se encuentra sobre una placa de hielo, un grupo de orcas detecta su presencia y sus sombras comienzan a acecharle bajo el suelo. Hurley corre hacia el barco mientras las orcas golpean el hielo con intención de alcanzarle. Años más tarde describiría la escena como una de las más terribles de su vida.
Foto a foto, Hurley traza un catálogo escalofriante de la soledad de aquellos hombres en mitad de los hielos. En muchas imágenes aparecen marineros fumando, arreglando una red o pelando un pingüino. En otras aparece él, misterioso y lejano, merodeando con la cámara junto al barco.
El 21 de noviembre de 1915 una inmensa mole de hielo se traga al Endurance como una ballena hambrienta y la cámara de Hurley lo registra fotograma a fotograma. En las fauces del hielo el “Endurance” es como un barco de juguete: las imágenes parecen transmitir los quejidos del barco que se parte en mil pedazos.
"Hemos decidido abandonar la nave - escribe Shackleton en su diario – Está siendo aplastada, más allá de toda posibilidad de ser recuperada". Ante la necesidad de avanzar, Hurley no tiene más remedio que abandonar la mayoría de sus equipos junto al barco: apenas salva 120 de las 400 fotografías que ha realizado hasta el momento.
A partir de ese instante, los hombres del Endurance aún tienen por delante un largo año de agonía. El témpano seguirá llevándoles durante meses a la deriva, alcanzarán la isla Elefante y recorrerán más de 1.200 millas antes de ser rescatados. Y durante todo ese tiempo Hurley solo ha podido llevar consigo una pequeña cámara Kodak de bolsillo. Atrás quedaron los trípodes y las cámaras pesadas. En la mochila apenas le restan tres rollos de película y no puede desperdiciar ni un solo disparo. No le queda más remedio que concentrarse aún más en la luz y en la composición. Tal vez por eso, según los expertos, Hurley toma en aquellos días las mejores fotografías que jamás se hayan hecho sobre el hielo.
Hay un poso de inquietante belleza en cada imagen. En el momento de la fotografía, la expedición lleva cinco meses de viaje. No hay restos de vida en cientos de millas a la redonda. El barco se ha abierto camino por el helado mar de Weddell y se encuentra a 160 kilómetros de su destino. El propósito del intrépido Ernest Shackleton, una vez que Amundsen y Scott han alcanzado el Polo, es cruzar la Antártida de lado a lado y sumar para el Imperio británico una última e impactante hazaña. Semanas antes, el explorador ha puesto un anuncio en los periódicos: "Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Mucho frío. No se asegura retorno con vida". El anuncio funciona como una premonición incontestable: en los siguientes meses el Endurance quedará atrapado y su tripulación dará vueltas en un infierno de hielo durante casi dos años. (Seguir leyendo)
Más allá de la crudeza del viaje y los elementos, lo que diferencia a la expedición del Endurance de las demás es ese ojo que les mira. Durante los largos meses de agonía, la cámara del australiano Frank Hurley no se pierde ni un detalle. Hurley retrata el barco y a su tripulación desde todos los ángulos posibles. La atracción por el hielo se convierte en enfermiza. Por la noche, lucha por descongelar los líquidos de revelado y selecciona las placas que el frío no ha destrozado. A veces se comporta como un loco, se aleja del Endurance hasta que sus compañeros le pierden de vista solo para lograr la mejor perspectiva. En una de las fotografías, tomada por algún marinero, vemos a Hurley en lo alto de un mástil; permanece sentado, con la cámara en la mano.
Una mañana, mientras se encuentra sobre una placa de hielo, un grupo de orcas detecta su presencia y sus sombras comienzan a acecharle bajo el suelo. Hurley corre hacia el barco mientras las orcas golpean el hielo con intención de alcanzarle. Años más tarde describiría la escena como una de las más terribles de su vida.
Foto a foto, Hurley traza un catálogo escalofriante de la soledad de aquellos hombres en mitad de los hielos. En muchas imágenes aparecen marineros fumando, arreglando una red o pelando un pingüino. En otras aparece él, misterioso y lejano, merodeando con la cámara junto al barco.
El 21 de noviembre de 1915 una inmensa mole de hielo se traga al Endurance como una ballena hambrienta y la cámara de Hurley lo registra fotograma a fotograma. En las fauces del hielo el “Endurance” es como un barco de juguete: las imágenes parecen transmitir los quejidos del barco que se parte en mil pedazos.
"Hemos decidido abandonar la nave - escribe Shackleton en su diario – Está siendo aplastada, más allá de toda posibilidad de ser recuperada". Ante la necesidad de avanzar, Hurley no tiene más remedio que abandonar la mayoría de sus equipos junto al barco: apenas salva 120 de las 400 fotografías que ha realizado hasta el momento.
A partir de ese instante, los hombres del Endurance aún tienen por delante un largo año de agonía. El témpano seguirá llevándoles durante meses a la deriva, alcanzarán la isla Elefante y recorrerán más de 1.200 millas antes de ser rescatados. Y durante todo ese tiempo Hurley solo ha podido llevar consigo una pequeña cámara Kodak de bolsillo. Atrás quedaron los trípodes y las cámaras pesadas. En la mochila apenas le restan tres rollos de película y no puede desperdiciar ni un solo disparo. No le queda más remedio que concentrarse aún más en la luz y en la composición. Tal vez por eso, según los expertos, Hurley toma en aquellos días las mejores fotografías que jamás se hayan hecho sobre el hielo.
Esta historia se la debo a Carlos el Rojo que con toda la generosidad del mundo me envió este magnífico link sobre las fotos de aquella expedición. Gracias Carlos!
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