Hace unos días, el diario ABC se hacía eco del eterno debate sobre la fiabilidad de Wikipedia. La enciclopedia global – se quejaba el viejo diario – contiene “centenares de errores y falsedades”. Más allá de la realidad de fondo del artículo, la afirmación nos llevó a muchos a formularnos la siguiente cuestión: ¿Es más fiable la prensa de papel? ¿Hasta qué punto se verifican los datos publicados en diarios como ABC?
El trabajo de blogs tan interesantes como Malaprensa demuestra a diario la presencia de decenas de imprecisiones que nadie se molesta en comprobar. Datos erróneos, manipulaciones o noticias directamente inventadas pasan a las páginas de los rotativos sin ser sometidas al más mínimo filtro. Solo la prensa norteamericana hace un esfuerzo de fiabilidad desde hace años, gracias a la figura del “fact-checker”, o “verificador”, y aún así resulta insuficiente para impedir la aparición de decenas de pufos periodísticos. Éste es un breve resumen de lo que significa el “fact-checking” y cómo se ha beneficiado de la aparición de Internet: (Seguir leyendo)
El proceso de verificación
Los departamentos de verificación de datos existen en la prensa de EEUU desde principios de siglo. El “verificador” se ocupa de comprobar la exactitud de lo que se publica en periódicos y revistas, su principal preocupación es cerciorarse de que lo llega al quiosco tiene un respaldo documental que evite litigios judiciales y salvaguarde el prestigio de la publicación. Artículos, editoriales, portadas, reseñas… todo es sometido al férreo control de los verificadores. Si alguien escribe un artículo sobre la selva de Nueva Guinea Papúa, por ejemplo, y afirma que los monos no le dejaron dormir, el verificador debe encontrar la manera de comprobar si existen monos en la isla y averiguar qué clase de ruidos hacen por la noche.
Pero las verificaciones no solo afectan a las noticias y artículos, también deben ser comprobadas las fuentes y hasta las afirmaciones de los entrevistados. Por poner un ejemplo cercano, hace una semana, el actor Santiago Segura era el protagonista de un amplio reportaje en el magazine de The New York Times, en el que afirmaba que Oliver Stone había intentado comprar, en su momento, los derechos de ‘Torrente’. Pues bien, el mismo Santiago Segura explicaba días más tarde en la cadena SER que el equipo del periódico había comprobado escrupulosamente cada una de sus afirmaciones, hasta el punto de que llamaron al propio Oliver Stone para descartar que se tratara de una fantasía del director español.
Más allá de la credibilidad que le merezca a cada uno Santiago Segura, este tipo de verificaciones forman parte del sistema de trabajo habitual. Recientemente, el Congreso Nacional de Periodismo Digital (PDF), celebrado en Huesca, contó con la presencia del prestigioso verificador Andy Young, quien explicaba que se trata de proteger a los medios de la publicación de errores vergonzosos como el “artículo en el cual se decía que Jackson Pollock había asistido a una cena en 1970, catorce años después de su muerte” y que él mismo tuvo que corregir.
El departamento de verificación del New Yorker, con 16 personas, es el mayor del mundo
Andy Young pertenece al mítico departamento de verificación de datos de la revista New Yorker, que cuenta con 16 fact-checkers, un número muy superior al de otras publicaciones. Revistas como Time, People, Fortune o Sports Illustrated también cuentan con la presencia de verificadores, pero con una plantilla sensiblemente inferior. En palabras el escritor James Thurber, “el New Yorker tiene un sistema de verificación tan endemoniado que nunca publicaría un artículo sobre el Empire State Building sin llamar antes para comprobar que sigue allí”.
La mayoría de los miembros de la plantilla son jóvenes de entre 20 y 30 años, y el sueldo es más bien precario. Por allí han pasado algunas celebridades, algunos como el escritor Jay McInerney, gracias a cuya novela “Bright Lights, Big City”, muchos descubrimos la existencia de los departamentos de verificación. En aquel libro, el protagonista era un verificador que terminaba siendo despedido por dejar pasar demasiados errores en un mismo artículo, algo que ha sucedido en alguna ocasión.
La relación del verificador con periodistas y escritores suele ser bastante tormentosa. A nadie le gusta que le anden poniendo los puntos sobre las íes ni que interroguen a sus fuentes. Muchas veces, el verificador se pone en contacto con la fuente que ha transmitido la información y se cuestiona su fiabilidad, lo que genera numerosos conflictos. La cosa llega al extremo de que, como explica la ex verificadora Emily Eakin, “prefieres no decirle a nadie que eres un fact-checker: es como decirle a la gente que eres una cucaracha”.
Emily Eakin: “Prefieres no decirle a nadie que eres un fact-checker: es como decirle a la gente que eres una cucaracha”.
En ocasiones la verificación llega a tal extremo que se pasa de rosca. “Todo lo que se publica en la revista es verificado, – explicaba Andy Young en el Congreso de Periodismo Digital – incluso las historietas gráficas, las portadas, los poemas, los cuentos, las reseñas de arte y, por supuesto, los artículos periodísticos.” “Una vez, verifiqué un poema que describía una laguna en Puerto Rico que estaba iluminada por la luz de ciertos animales fosforescentes. No me acuerdo cómo se llamaban, pero descubrí en mis investigaciones que el poeta no sabía nada de estos animales ni tampoco de cómo producían su fosforescencia. (…) Desgraciadamente eliminaron el poema. El poema era bueno, pero la falta de un sentido básico de la ciencia lo sacó de la revista. Nunca más he querido verificar poemas por el terror de torturar a los pobres poetas.”
Es famoso el caso de la entrevista a Art Garfunkel quien, según el periodista del New Yorker con el que se vio, había gesticulado nerviosamente durante el encuentro. Un verificador de datos llamó a Garfunkel horas después para comprobar si era verdad que había gesticulado con los brazos y de paso le preguntó si aún conservaba los dos.
Internet ha facilitado enormemente la tarea del verificador
El proceso de verificación de datos puede resultar agotador. A veces, comprobar un párrafo de un artículo de 5.000 palabras puede llevar hasta tres días de intenso trabajo. Y es aquí donde Internet ha pasado a jugar un papel esencial. Andy Young aseguraba en su visita a España que los archivos electrónicos de artículos son “sumamente útiles” a la hora de “encontrar ensayos y discusiones de cualquier tema, desde el Kick boxing Thai hasta la literatura medieval española”. De hecho, Young no se explica cómo se podía hacer este trabajo antes de la aparición de Internet. Los verificadores, como explica el periodista Fernando García Mongay, utilizan la red, y seguramente la Wikipedia, “para localizar a los mejores expertos del mundo y consultarles la veracidad de los datos de los artículos que se publican en la revista The New Yorker”. Y esto, que es a lo que vamos, es precisamente lo que no hace el diario ABC.
El trabajo de blogs tan interesantes como Malaprensa demuestra a diario la presencia de decenas de imprecisiones que nadie se molesta en comprobar. Datos erróneos, manipulaciones o noticias directamente inventadas pasan a las páginas de los rotativos sin ser sometidas al más mínimo filtro. Solo la prensa norteamericana hace un esfuerzo de fiabilidad desde hace años, gracias a la figura del “fact-checker”, o “verificador”, y aún así resulta insuficiente para impedir la aparición de decenas de pufos periodísticos. Éste es un breve resumen de lo que significa el “fact-checking” y cómo se ha beneficiado de la aparición de Internet: (Seguir leyendo)
El proceso de verificación
Los departamentos de verificación de datos existen en la prensa de EEUU desde principios de siglo. El “verificador” se ocupa de comprobar la exactitud de lo que se publica en periódicos y revistas, su principal preocupación es cerciorarse de que lo llega al quiosco tiene un respaldo documental que evite litigios judiciales y salvaguarde el prestigio de la publicación. Artículos, editoriales, portadas, reseñas… todo es sometido al férreo control de los verificadores. Si alguien escribe un artículo sobre la selva de Nueva Guinea Papúa, por ejemplo, y afirma que los monos no le dejaron dormir, el verificador debe encontrar la manera de comprobar si existen monos en la isla y averiguar qué clase de ruidos hacen por la noche.
Pero las verificaciones no solo afectan a las noticias y artículos, también deben ser comprobadas las fuentes y hasta las afirmaciones de los entrevistados. Por poner un ejemplo cercano, hace una semana, el actor Santiago Segura era el protagonista de un amplio reportaje en el magazine de The New York Times, en el que afirmaba que Oliver Stone había intentado comprar, en su momento, los derechos de ‘Torrente’. Pues bien, el mismo Santiago Segura explicaba días más tarde en la cadena SER que el equipo del periódico había comprobado escrupulosamente cada una de sus afirmaciones, hasta el punto de que llamaron al propio Oliver Stone para descartar que se tratara de una fantasía del director español.
Más allá de la credibilidad que le merezca a cada uno Santiago Segura, este tipo de verificaciones forman parte del sistema de trabajo habitual. Recientemente, el Congreso Nacional de Periodismo Digital (PDF), celebrado en Huesca, contó con la presencia del prestigioso verificador Andy Young, quien explicaba que se trata de proteger a los medios de la publicación de errores vergonzosos como el “artículo en el cual se decía que Jackson Pollock había asistido a una cena en 1970, catorce años después de su muerte” y que él mismo tuvo que corregir.
El departamento de verificación del New Yorker, con 16 personas, es el mayor del mundo
Andy Young pertenece al mítico departamento de verificación de datos de la revista New Yorker, que cuenta con 16 fact-checkers, un número muy superior al de otras publicaciones. Revistas como Time, People, Fortune o Sports Illustrated también cuentan con la presencia de verificadores, pero con una plantilla sensiblemente inferior. En palabras el escritor James Thurber, “el New Yorker tiene un sistema de verificación tan endemoniado que nunca publicaría un artículo sobre el Empire State Building sin llamar antes para comprobar que sigue allí”.
La mayoría de los miembros de la plantilla son jóvenes de entre 20 y 30 años, y el sueldo es más bien precario. Por allí han pasado algunas celebridades, algunos como el escritor Jay McInerney, gracias a cuya novela “Bright Lights, Big City”, muchos descubrimos la existencia de los departamentos de verificación. En aquel libro, el protagonista era un verificador que terminaba siendo despedido por dejar pasar demasiados errores en un mismo artículo, algo que ha sucedido en alguna ocasión.
La relación del verificador con periodistas y escritores suele ser bastante tormentosa. A nadie le gusta que le anden poniendo los puntos sobre las íes ni que interroguen a sus fuentes. Muchas veces, el verificador se pone en contacto con la fuente que ha transmitido la información y se cuestiona su fiabilidad, lo que genera numerosos conflictos. La cosa llega al extremo de que, como explica la ex verificadora Emily Eakin, “prefieres no decirle a nadie que eres un fact-checker: es como decirle a la gente que eres una cucaracha”.
Emily Eakin: “Prefieres no decirle a nadie que eres un fact-checker: es como decirle a la gente que eres una cucaracha”.
En ocasiones la verificación llega a tal extremo que se pasa de rosca. “Todo lo que se publica en la revista es verificado, – explicaba Andy Young en el Congreso de Periodismo Digital – incluso las historietas gráficas, las portadas, los poemas, los cuentos, las reseñas de arte y, por supuesto, los artículos periodísticos.” “Una vez, verifiqué un poema que describía una laguna en Puerto Rico que estaba iluminada por la luz de ciertos animales fosforescentes. No me acuerdo cómo se llamaban, pero descubrí en mis investigaciones que el poeta no sabía nada de estos animales ni tampoco de cómo producían su fosforescencia. (…) Desgraciadamente eliminaron el poema. El poema era bueno, pero la falta de un sentido básico de la ciencia lo sacó de la revista. Nunca más he querido verificar poemas por el terror de torturar a los pobres poetas.”
Es famoso el caso de la entrevista a Art Garfunkel quien, según el periodista del New Yorker con el que se vio, había gesticulado nerviosamente durante el encuentro. Un verificador de datos llamó a Garfunkel horas después para comprobar si era verdad que había gesticulado con los brazos y de paso le preguntó si aún conservaba los dos.
Internet ha facilitado enormemente la tarea del verificador
El proceso de verificación de datos puede resultar agotador. A veces, comprobar un párrafo de un artículo de 5.000 palabras puede llevar hasta tres días de intenso trabajo. Y es aquí donde Internet ha pasado a jugar un papel esencial. Andy Young aseguraba en su visita a España que los archivos electrónicos de artículos son “sumamente útiles” a la hora de “encontrar ensayos y discusiones de cualquier tema, desde el Kick boxing Thai hasta la literatura medieval española”. De hecho, Young no se explica cómo se podía hacer este trabajo antes de la aparición de Internet. Los verificadores, como explica el periodista Fernando García Mongay, utilizan la red, y seguramente la Wikipedia, “para localizar a los mejores expertos del mundo y consultarles la veracidad de los datos de los artículos que se publican en la revista The New Yorker”. Y esto, que es a lo que vamos, es precisamente lo que no hace el diario ABC.
© 2006. Antonio Martínez Ron, periodista.
Referencias:
• El proceso de verificación de The New Yorker
• Fact-checkers at the The New Yorker and Elsewhere
Otros artículos de interés:
• Artículo de The New Yorker sobre la Wikipedia
• Wikipedia: criterios de verificabilidad
• Enrique Dans: la fiabilidad de la Wikipedia
• Errores de la Enciclopedia Británica que han sido corregidos por Wikipedia
• Alt1040: Noticias degeneradas