Entre 1948 y 1970 un total de 32 monos fueron entrenados y lanzados al espacio exterior para asegurar el camino del hombre a las estrellas. La mayoría de ellos, pequeños macacos a los que nadie recuerda, murieron por asfixia, por colisión de la nave o por un fallo del paracaídas. Otros, los que no tuvieron la oportunidad de salir al espacio, fueron sometidos a terribles pruebas físicas durante años y olvidados posteriormente por las autoridades. Hoy día, algunos de aquellos veteranos sobreviven milagrosamente en un centro de recuperación de Florida. Ésta es su historia: (Seguir leyendo) (English)
A finales de los años 50, la fuerza aérea de Estados Unidos ordenó capturar más de un centenar de chimpancés en África para su programa espacial. Alrededor de 65 de ellos fueron enviados a la base aérea de Holloman, en Nuevo México, donde fueron sometidos a todo tipo de pruebas.
Los tests incluían la introducción de los chimpancés en una centrifugadora gigante, donde se les sometía a varios G de fuerza, o en cámaras de descompresión donde se medía el tiempo que aguantaban sin perder el conocimiento. Pero lo más terrible eran las cápsulas de eyección en las que se introducía a los chimpancés a manera de crash test dummies. La cápsula era lanzada a unos 500 kilómetros por hora y se frenaba en seco, de manera que el cerebro del chimpancé chocaba contra el cráneo y moría en el acto. Ninguno de aquellos chimpancés sobrevivió a las pruebas.
A lo largo de 1961, los chimpancés Ham y Enos fueron enviados al espacio y se convirtieron en auténticos héroes nacionales. Hasta alcanzar aquel momento de gloria, decenas de monos habían sido lanzados, catapultados y torturados en el desierto de Nuevo México. Meses después, una vez consolidada la carrera espacial, la USAF llegó a la conclusión de que aquellos monos ya no eran útiles y debían deshacerse de ellos.
A partir de 1970 algunos ejemplares siguieron utilizándose en pruebas para la investigación aeroespacial, pero la mayoría fueron vendidos a laboratorios para la investigación biomédica, donde fueron utilizados para experimentar con enfermedades como el Sida o la hepatitis.
La mayoría de los monos fueron sometidos a todo tipo de experimentos, incluyendo contagios biológicos y operaciones. Muchos vivieron durante décadas en pequeñas cajas y, los que no murieron, terminaron deprimidos o seriamente enfermos.
En los años 90, la doctora Carole Noon se interesó por el estado de los simios y emprendió una batalla legal para conseguir su custodia. Así, terminó por crear la fundación “Save the Chimps”, donde en principio consiguió recoger hasta 21 de aquellos chimpancés entrenados por las Fuerzas Aéreas. Más adelante, en 2002, se hizo cargo de otros 266 chimpancés de la Fundación Coulston de investigación biomédica.
Actualmente, muchos de aquellos chimpancés veteranos han encontrado refugio en este centro de Florida. La mayoría supera los 50 años de edad. Disponen de un gimnasio y de todas las facilidades para olvidar su vida anterior. Según la doctora Noon, después de décadas de emular a los humanos, “están aprendiendo de nuevo a comportarse como chimpancés”. Pero, pese a su retiro de última hora, lo más probable es que jamás sean capaces de olvidar aquella pesadilla de la era espacial.
Más: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 / In English: The true story about space monkeys
A finales de los años 50, la fuerza aérea de Estados Unidos ordenó capturar más de un centenar de chimpancés en África para su programa espacial. Alrededor de 65 de ellos fueron enviados a la base aérea de Holloman, en Nuevo México, donde fueron sometidos a todo tipo de pruebas.
Los tests incluían la introducción de los chimpancés en una centrifugadora gigante, donde se les sometía a varios G de fuerza, o en cámaras de descompresión donde se medía el tiempo que aguantaban sin perder el conocimiento. Pero lo más terrible eran las cápsulas de eyección en las que se introducía a los chimpancés a manera de crash test dummies. La cápsula era lanzada a unos 500 kilómetros por hora y se frenaba en seco, de manera que el cerebro del chimpancé chocaba contra el cráneo y moría en el acto. Ninguno de aquellos chimpancés sobrevivió a las pruebas.
A lo largo de 1961, los chimpancés Ham y Enos fueron enviados al espacio y se convirtieron en auténticos héroes nacionales. Hasta alcanzar aquel momento de gloria, decenas de monos habían sido lanzados, catapultados y torturados en el desierto de Nuevo México. Meses después, una vez consolidada la carrera espacial, la USAF llegó a la conclusión de que aquellos monos ya no eran útiles y debían deshacerse de ellos.
A partir de 1970 algunos ejemplares siguieron utilizándose en pruebas para la investigación aeroespacial, pero la mayoría fueron vendidos a laboratorios para la investigación biomédica, donde fueron utilizados para experimentar con enfermedades como el Sida o la hepatitis.
La mayoría de los monos fueron sometidos a todo tipo de experimentos, incluyendo contagios biológicos y operaciones. Muchos vivieron durante décadas en pequeñas cajas y, los que no murieron, terminaron deprimidos o seriamente enfermos.
En los años 90, la doctora Carole Noon se interesó por el estado de los simios y emprendió una batalla legal para conseguir su custodia. Así, terminó por crear la fundación “Save the Chimps”, donde en principio consiguió recoger hasta 21 de aquellos chimpancés entrenados por las Fuerzas Aéreas. Más adelante, en 2002, se hizo cargo de otros 266 chimpancés de la Fundación Coulston de investigación biomédica.
Actualmente, muchos de aquellos chimpancés veteranos han encontrado refugio en este centro de Florida. La mayoría supera los 50 años de edad. Disponen de un gimnasio y de todas las facilidades para olvidar su vida anterior. Según la doctora Noon, después de décadas de emular a los humanos, “están aprendiendo de nuevo a comportarse como chimpancés”. Pero, pese a su retiro de última hora, lo más probable es que jamás sean capaces de olvidar aquella pesadilla de la era espacial.
Más: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 / In English: The true story about space monkeys