Situada cerca de la frontera de Arizona, la casa de Jesee Hendrix queda en mitad de la ruta migratoria de los colibríes que viajan desde México hacia las tierras del norte. Desde hace algunos años, muchos de los animales que realizan este viaje tienen una parada obligada en alguno de los 150 comederos que Hendrix ha colocado en el porche de su casa. En los días más intensos de la migración, sus comederos son visitados por unos 9.000 colibríes, lo que le obliga a rellenarlos con más de 50 litros de néctar artificial cada día. (Seguir leyendo) (In English)
Su afición comenzó hace veinte años, cuando se le ocurrió colocar el primer comedero en la puerta. El primer día apareció un colibrí, al día siguiente dos y así hasta hoy. "Cuantos más colibríes acuden – explica el propio Hendrix – más comederos pongo. Y cuantos más comederos pongo, más pájaros acuden”. Algunos de estos animales realizan un viaje de más de 4.000 kilómetros hacia las lejanas tierras de Alaska por lo que no es de extrañar que agradezcan la parada.
En otoño, Hendrix los vuelve a ver a casi todos en su viaje de regreso hacia lugares más cálidos. Algunos de estos colibríes están marcados con anillas, lo que le ha permitido comprobar que muchos de ellos vuelven al porche de su casa una y otra vez, e incluso que comen del mismo comedero.
En muchas zonas del sur de Estados Unidos es costumbre colocar comederos para colibríes en el porche de las casas para observar su vuelo. Viendo alguno de los muchos vídeos que los aficionados cuelgan en Youtube, no es difícil comprender su fascinación por este espectáculo entre la realidad y el sueño.
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