La llegada del primer rinoceronte vivo a Europa provocó una auténtica conmoción. El animal fue desembarcado en Lisboa el 20 de mayo de 1515 procedente de la India y se convirtió en el primer ejemplar vivo que los europeos podían contemplar desde los tiempos del Imperio Romano. Hasta entonces, el rinoceronte había pasado a ser una especie de criatura legendaria que se incluía en los bestiarios junto a los unicornios y otros seres extraordinarios. (Seguir leyendo)
El rinoceronte Ganda fue un regalo del Sultán Muzafar II al gobernador de la India portuguesa, quien a su vez decidió ofrecérselo como presente al rey de Portugal. Alojado en la reserva real, todo el mundo quería contemplar con sus propios ojos a aquella extraña criatura. La curiosidad llegó a tal extremo que durante aquel verano Manuel I organizó una pelea entre el rinoceronte y un joven elefante de su colección para comprobar si era cierto – como se decía - que ambos animales eran enemigos acérrimos. Por supuesto, el elefante evitó la confrontación.
Unos meses después, el rey portugués decidió regalarle el rinoceronte al Papa León X y lo envió en un barco en dirección a Roma. El buque recorrió la costa mediterránea causando gran expectación en cada puerto. A principios de 1516 el buque pasó cerca de Marsella y el propio rey Francisco I de Francia pidió que se detuviera brevemente para poder ver a la bestia.
Unos días después, tras reemprender su viaje, el barco naufragó en una tormenta en la costa de Liguria. Ganda, encadenado y sujeto por grilletes a la cubierta, fue incapaz de nadar hasta la costa para salvarse y murió ahogado. Su recuerdo permanece hoy día entre las gárgolas de la Torre de Belem en Lisboa:
Aunque el genial Alberto Durero nunca vio al rinoceronte vivo, su grabado – realizado el mismo año de 1515 y basado en las descripciones de otros autores - cobró gran popularidad y fue copiado en muchas ocasiones durante los tres siglos siguientes. Estuvo considerado una representación fiable de un rinoceronte hasta finales del siglo XVIII.
Más en Wikipedia / Via: Buen Rato
Ver también: La verdad sobre los monstruos imaginarios
El rinoceronte Ganda fue un regalo del Sultán Muzafar II al gobernador de la India portuguesa, quien a su vez decidió ofrecérselo como presente al rey de Portugal. Alojado en la reserva real, todo el mundo quería contemplar con sus propios ojos a aquella extraña criatura. La curiosidad llegó a tal extremo que durante aquel verano Manuel I organizó una pelea entre el rinoceronte y un joven elefante de su colección para comprobar si era cierto – como se decía - que ambos animales eran enemigos acérrimos. Por supuesto, el elefante evitó la confrontación.
Unos meses después, el rey portugués decidió regalarle el rinoceronte al Papa León X y lo envió en un barco en dirección a Roma. El buque recorrió la costa mediterránea causando gran expectación en cada puerto. A principios de 1516 el buque pasó cerca de Marsella y el propio rey Francisco I de Francia pidió que se detuviera brevemente para poder ver a la bestia.
Unos días después, tras reemprender su viaje, el barco naufragó en una tormenta en la costa de Liguria. Ganda, encadenado y sujeto por grilletes a la cubierta, fue incapaz de nadar hasta la costa para salvarse y murió ahogado. Su recuerdo permanece hoy día entre las gárgolas de la Torre de Belem en Lisboa:
Aunque el genial Alberto Durero nunca vio al rinoceronte vivo, su grabado – realizado el mismo año de 1515 y basado en las descripciones de otros autores - cobró gran popularidad y fue copiado en muchas ocasiones durante los tres siglos siguientes. Estuvo considerado una representación fiable de un rinoceronte hasta finales del siglo XVIII.
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