En la mañana del 7 de agosto de 1974 el joven funambulista francés Philippe Petit caminó sobre un alambre tendido a 409 metros de altura entre las torres gemelas de Nueva York. La primera en descubrirlo fue una mujer afroamericana que salía del metro y creyó distinguir una figura diminuta entre las nubes. Al cabo de unos minutos, media policía de Nueva York se encontraba en los alrededores del World Trade Center sin dar crédito a lo que tenían ante los ojos. (Seguir leyendo) (English)
Durante 45 largos minutos, Petit estuvo moviéndose ágilmente por el cable, provisto de una pértiga de siete metros. “Más que un equilibrista – explicó el jefe de Policía a la televisión – parecía un auténtico bailarín. Se balanceaba y saltaba de un lado a otro, sus pies se separaban del alambre por unos segundos para volver a fijarse sobre él. Todos estábamos embelesados”.
Cada vez que la policía trataba de hacerle bajar, Petit avanzaba un poco más a lo largo de los 43 metros que separaban ambas torres. Finalmente, ante la amenaza de la llegada de un helicóptero, Petit decidió entregarse a los agentes y fue detenido.
Sin embargo, más que como a un delincuente, la ciudad terminó tratando a Petit como una especie de héroe. ¿Por qué lo has hecho? - le preguntaba un periodista. "Es que veo un reto que me resulta difícil - explicaba él - y no puedo evitarlo". El tribunal que le juzgó le condenó a realizar una actuación gratis ante los niños en Central Park.
Veintisiete años después, en la mañana del 11 de septiembre de 2001, Philippe Petit se encontraba en las afueras de Nueva York cuando alguien le llamó por teléfono para contarle que las torres habían sido atacadas. Minutos más tarde vio en directo el impacto del avión contra la segunda torre y “las entrañas se le dieron la vuelta”, según sus propias palabras.
En el año 2006, en el quinto aniversario del ataque contra las torres gemelas, la revista The New Yorker ilustró su portada con la silueta de un funambulista que caminaba sobre el vacío. La figura de Petit se había convertido, después de todo, en una especie de símbolo de la tragedia. Todavía hoy, su silueta permanece como un fantasma entre las nubes de Manhattan, una visión imaginaria de lo que algún día fue la ciudad. El recuerdo de un tiempo en que las torres brillaban sobre el skyline y los neoyorquinos miraban al cielo sin sentir una punzada en el estómago.
* La historia de Petit dio lugar hace unos años a un cuento para niños titulado "El hombre que caminó entre las torres" y a un magnífico corto de Michael Sporn del que podéis ver un fragmento aquí.
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Durante 45 largos minutos, Petit estuvo moviéndose ágilmente por el cable, provisto de una pértiga de siete metros. “Más que un equilibrista – explicó el jefe de Policía a la televisión – parecía un auténtico bailarín. Se balanceaba y saltaba de un lado a otro, sus pies se separaban del alambre por unos segundos para volver a fijarse sobre él. Todos estábamos embelesados”.
Cada vez que la policía trataba de hacerle bajar, Petit avanzaba un poco más a lo largo de los 43 metros que separaban ambas torres. Finalmente, ante la amenaza de la llegada de un helicóptero, Petit decidió entregarse a los agentes y fue detenido.
Sin embargo, más que como a un delincuente, la ciudad terminó tratando a Petit como una especie de héroe. ¿Por qué lo has hecho? - le preguntaba un periodista. "Es que veo un reto que me resulta difícil - explicaba él - y no puedo evitarlo". El tribunal que le juzgó le condenó a realizar una actuación gratis ante los niños en Central Park.
Veintisiete años después, en la mañana del 11 de septiembre de 2001, Philippe Petit se encontraba en las afueras de Nueva York cuando alguien le llamó por teléfono para contarle que las torres habían sido atacadas. Minutos más tarde vio en directo el impacto del avión contra la segunda torre y “las entrañas se le dieron la vuelta”, según sus propias palabras.
En el año 2006, en el quinto aniversario del ataque contra las torres gemelas, la revista The New Yorker ilustró su portada con la silueta de un funambulista que caminaba sobre el vacío. La figura de Petit se había convertido, después de todo, en una especie de símbolo de la tragedia. Todavía hoy, su silueta permanece como un fantasma entre las nubes de Manhattan, una visión imaginaria de lo que algún día fue la ciudad. El recuerdo de un tiempo en que las torres brillaban sobre el skyline y los neoyorquinos miraban al cielo sin sentir una punzada en el estómago.
* La historia de Petit dio lugar hace unos años a un cuento para niños titulado "El hombre que caminó entre las torres" y a un magnífico corto de Michael Sporn del que podéis ver un fragmento aquí.
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