En el año 1908, atraídos por el hallazgo de diamantes en la zona, los alemanes establecieron una mina en la desértica región del Namib y fundaron la pequeña ciudad de Kolmanskop. La prosperidad de la mina hizo que la ciudad fuera creciendo en tamaño y que sus habitantes construyeran suntuosas mansiones, un salón de baile y hasta un hospital. Pero después de la Gran Guerra los diamantes empezaron a escasear y los alemanes hicieron las maletas.
El aspecto de la actual Kolmanskop es el de una ciudad devorada por la arena. El desierto ha ido penetrando en el interior de las mansiones a través de puertas y ventanas, convirtiendo los elegantes recibidores en el refugio de misteriosas dunas y sembrando de inesperadas playas los salones. (Seguir leyendo) (English)
El último habitante de Kolmanskop se fue de la ciudad en 1956. Para entonces ya nada quedaba del viejo esplendor de las épocas coloniales, los años en que las damas se divertían en el salón de baile o los hombres pasaban la tarde en el casino.
Como un monstruo silencioso, la arena fue avanzando por los jardines, penetrando a través de las puertas y doblando el peso de las persianas. Hasta que cada habitación de cada casa estuvo sepultada por la arena.
Hoy en día, las autoridades namibias se reservan licencias especiales porque no quieren que la zona se sature. Solo unos pocos privilegiados tienen la oportunidad de perderse en la ciudad fantasma y pasear por los salones enterrados por la arena.
Imágenes: Richard Ehrlich
Via: Spy's Spice, ese cazador de tesoros :-) / Más: 1, 2, 3
Archivado en: Abandonos / Ver también: Faro enterrado en la arena
Si te apetece, menéalo
El aspecto de la actual Kolmanskop es el de una ciudad devorada por la arena. El desierto ha ido penetrando en el interior de las mansiones a través de puertas y ventanas, convirtiendo los elegantes recibidores en el refugio de misteriosas dunas y sembrando de inesperadas playas los salones. (Seguir leyendo) (English)
El último habitante de Kolmanskop se fue de la ciudad en 1956. Para entonces ya nada quedaba del viejo esplendor de las épocas coloniales, los años en que las damas se divertían en el salón de baile o los hombres pasaban la tarde en el casino.
Como un monstruo silencioso, la arena fue avanzando por los jardines, penetrando a través de las puertas y doblando el peso de las persianas. Hasta que cada habitación de cada casa estuvo sepultada por la arena.
Hoy en día, las autoridades namibias se reservan licencias especiales porque no quieren que la zona se sature. Solo unos pocos privilegiados tienen la oportunidad de perderse en la ciudad fantasma y pasear por los salones enterrados por la arena.
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