A mediados de 1974, los dos mejores escritores de ciencia ficción conocidos hasta la fecha se carteaban a través del océano. ”Los mundos de Philip K. Dick - había escrito Stanislaw Lem en un elogioso artículo – destacan entre la media. El efecto final es siempre el mismo: acaba siendo imposible distinguir entre la realidad y las visiones”.
Separados por tan enorme distancia, Lem elogiaba los “mundos paralelos” descritos por Dick sin saber que había pasado a formar parte de una de sus ficciones. Pocos días antes de uno de aquellos intercambios epistolares, Dick había dirigido una carta al FBI en la que denunciaba que Stanislaw Lem era un agente del KGB y se encontraba al frente de una conspiración internacional que trataba de sumarle a él y a otros a su siniestra causa. (Seguir leyendo en la Guía para Perplejos)
Separados por tan enorme distancia, Lem elogiaba los “mundos paralelos” descritos por Dick sin saber que había pasado a formar parte de una de sus ficciones. Pocos días antes de uno de aquellos intercambios epistolares, Dick había dirigido una carta al FBI en la que denunciaba que Stanislaw Lem era un agente del KGB y se encontraba al frente de una conspiración internacional que trataba de sumarle a él y a otros a su siniestra causa. (Seguir leyendo en la Guía para Perplejos)