A 2.400 metros de altitud, sobre la cumbre del volcán Ijen, la tierra es amarilla y el aire irrespirable. En medio de una nube tóxica y pestilente, alrededor de 200 trabajadores luchan cada día por extraer las rocas de azufre con sus manos desnudas: muchos de ellos no superarán los 30 años de edad como consecuencia de los gases que destrozan sus pulmones.
La mina de Ijen, en Indonesia, es una de las últimas minas de azufre a cielo abierto que quedan en el planeta. Los gases sulfurosos son expulsados por el volcán a través de largas tuberías y al enfriarse se transforman en el preciado elemento, que los dueños venderán como combustible o para la fabricación de neumáticos y pesticidas. (Seguir leyendo) (English)
Muchos de los hombres que trabajan aquí van descalzos y han sufrido todo tipo de quemaduras a lo largo de los años. Cinco minutos en este lugar bastan a una persona normal para caer enferma. Los dueños de la mina apenas pagan a estos hombres cuatro euros por cada jornada de trabajo, y aún así lo consideran un buen trato: es el doble de lo que les pagarían en cualquier plantación de café de la zona.
El trabajo de la mina se divide entre los que separan el azufre de la roca y los que lo transportan montaña abajo. Estos últimos cargan sus cestas con entre 70 y 100 kilos de rocas y caminan durante kilómetros hasta la base del volcán. Muchos de ellos realizan este trayecto dos veces al día, al límite de su resistencia.
El resto, los que despegan el azufre de la roca provistos de largas varas de hierro, pueden pasar hasta cinco horas respirando el humo que sale del volcán. Al final de la jornada, los habitantes de este pequeño infierno habrán arrebatado alrededor de 12 toneladas de azufre a la montaña. Y alguien a muchos kilómetros de allí se habrá hecho un poco más rico.
Más info y fuentes: 1, 2, 3, 4
Si te ha gustado, menéalo.
Para saber más, no dejéis de ver esta impresionante galería de Michel L’Huillier (Esclavos del azufre) y su reportaje para El Mundo
La mina de Ijen, en Indonesia, es una de las últimas minas de azufre a cielo abierto que quedan en el planeta. Los gases sulfurosos son expulsados por el volcán a través de largas tuberías y al enfriarse se transforman en el preciado elemento, que los dueños venderán como combustible o para la fabricación de neumáticos y pesticidas. (Seguir leyendo) (English)
Muchos de los hombres que trabajan aquí van descalzos y han sufrido todo tipo de quemaduras a lo largo de los años. Cinco minutos en este lugar bastan a una persona normal para caer enferma. Los dueños de la mina apenas pagan a estos hombres cuatro euros por cada jornada de trabajo, y aún así lo consideran un buen trato: es el doble de lo que les pagarían en cualquier plantación de café de la zona.
El trabajo de la mina se divide entre los que separan el azufre de la roca y los que lo transportan montaña abajo. Estos últimos cargan sus cestas con entre 70 y 100 kilos de rocas y caminan durante kilómetros hasta la base del volcán. Muchos de ellos realizan este trayecto dos veces al día, al límite de su resistencia.
El resto, los que despegan el azufre de la roca provistos de largas varas de hierro, pueden pasar hasta cinco horas respirando el humo que sale del volcán. Al final de la jornada, los habitantes de este pequeño infierno habrán arrebatado alrededor de 12 toneladas de azufre a la montaña. Y alguien a muchos kilómetros de allí se habrá hecho un poco más rico.
Más info y fuentes: 1, 2, 3, 4
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