Si alguno de vosotros iba al cine en los años 90, tal vez recuerde tan bien como yo aquel tráiler de una peli de Steven Seagal en la que el actor, para variar, se liaba a mamporros dentro de un barco en medio del mar y una voz en off advertía, no sin cierta excitación, aquello de ”¡No contaban con el cocinero!”. Pues bien, algo parecido les ha ocurrido a los investigadores del proyecto Lohafex, sólo que esta vez ha sido un bicho mucho más diminuto el que les ha venido a aguar la fiesta.
Durante más de 40 días, el buque Polarstern ha estado vertiendo seis toneladas de partículas de hierro en una amplia extensión del Atlántico Sur con la intención de encontrar un método que ayude a disminuir los niveles de CO2 a escala global. En concreto, las partículas de hierro debían estimular el crecimiento del fitoplancton y estas algas diminutas debían absorber CO2 en masa para luego hundirse en el fondo del mar y eliminar así grandes cantidades de dióxido de carbono. Sin embargo, algo no ha salido según sus planes.
A los pocos días del experimento, el fitoplancton apareció tal y como estaba previsto, pero una “jauría de hambrientos copépodos”, como los define New Scientist, hizo acto de presencia y dio buena cuenta de las algas microscópicas que los científicos habían alimentado con tanto esmero. Por si fuera poco, la cadena no hizo más que empezar, porque los copépodos fueron devorados a su vez por una nube de crustáceos mayores, llamados anfípodos, que también sirven de alimento a ballenas y calamares.
Los resultados demuestran que la cadena del mar es mucho más compleja de lo que este equipo de científicos había esperado. De momento están buscando otras explicaciones al fracaso, relacionadas con la acidez de las aguas y la falta de resistencia de las algas de esta zona, pero el resultado del experimento es un auténtico mazazo para una de las pocas esperanzas para combatir el efecto invernadero. A pesar del ataque del copépodo, y de las muchas críticas que ha recibido eso de echar hierro a mansalva en el mar, los científicos aseguran que lo seguirán intentando.
Enlace: Hungry shrimp eat climate change experiment (New Scientist) [Meneado]
Imagen: Wikipedia
Durante más de 40 días, el buque Polarstern ha estado vertiendo seis toneladas de partículas de hierro en una amplia extensión del Atlántico Sur con la intención de encontrar un método que ayude a disminuir los niveles de CO2 a escala global. En concreto, las partículas de hierro debían estimular el crecimiento del fitoplancton y estas algas diminutas debían absorber CO2 en masa para luego hundirse en el fondo del mar y eliminar así grandes cantidades de dióxido de carbono. Sin embargo, algo no ha salido según sus planes.
A los pocos días del experimento, el fitoplancton apareció tal y como estaba previsto, pero una “jauría de hambrientos copépodos”, como los define New Scientist, hizo acto de presencia y dio buena cuenta de las algas microscópicas que los científicos habían alimentado con tanto esmero. Por si fuera poco, la cadena no hizo más que empezar, porque los copépodos fueron devorados a su vez por una nube de crustáceos mayores, llamados anfípodos, que también sirven de alimento a ballenas y calamares.
Los resultados demuestran que la cadena del mar es mucho más compleja de lo que este equipo de científicos había esperado. De momento están buscando otras explicaciones al fracaso, relacionadas con la acidez de las aguas y la falta de resistencia de las algas de esta zona, pero el resultado del experimento es un auténtico mazazo para una de las pocas esperanzas para combatir el efecto invernadero. A pesar del ataque del copépodo, y de las muchas críticas que ha recibido eso de echar hierro a mansalva en el mar, los científicos aseguran que lo seguirán intentando.
Enlace: Hungry shrimp eat climate change experiment (New Scientist) [Meneado]