Imagen: Wikipedia
“Ocurrió en la primera noche de viaje hacia la Luna, una vez pasados los el cinturones de Van Allen. Cerramos las ventanillas y apagamos las luces y Mike Collins se quedó a la escucha mientras Neil [Armstrong] y yo nos quedábamos abajo.
De repente vi un fogonazo, y después otro. Y antes de que pudiera moverme para comprobar qué era, se había ido. Puede que fuera un reflejo. Me quedé así hasta que decidí ir a dormir.
Así que al día siguiente pregunté a los dos compañeros:
- Chicos, ¿visteis algo curioso la última noche, como fogonazos o algo? Mike, ¿viste algo?
- No, yo no vi nada.
- ¿Neil?
- Oh sí, yo vi alrededor de un centenar de ellos.
Bien, parecía obvio que aquello estaba dentro de la nave, puesto que las ventanas estaban cerradas. Así que al regresar lo contamos y la siguiente misión fue informada. Y subieron ahí arriba, y ellos también pudieron ver las luces con sus ojos cerrados”. (Seguir leyendo)
La anécdota la cuenta con sus propias palabras el astronauta Buzz Aldrin, tripulante de la misión Apollo 11 que pisó por primera vez la Luna en 1969, y lo que describe es una realidad habitual en el espacio. De hecho, no ha dejado de sucederles a los astronautas de los distintos transbordadores, a los tripulantes de la Mir y de la Estación Espacial Internacional.
Pero no se trata de ningún expediente X: lo que los astronautas estaban viendo son las partículas de radiación cósmica que atravesaban sus párpados y golpeaban la retina, transmitiendo al cerebro una falsa señal que interpretaban con un destello o fogonazo.
Como explicaba en su día Space Daily, no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que esto no es muy bueno para los ojos. Años después de regresar a la Tierra, muchos de estos astronautas sufrieron cataratas, las conocidas como “cataratas del espacio”, a causa de la potente radiación cósmica. En concreto, al menos 39 antiguos astronautas habían sufrido esta dolencia hasta 2001, y 36 de ellos volaron en misiones de larga exposición, como el caso de los viajes del Apollo.
Un grupo de investigadores del observatorio espacial Chandra de Rayos X y del Gran Telescopio de ESO acaba de descubrir algunas claves sobre estas pequeñas partículas que atraviesan la Tierra y el Sistema Solar a casi la velocidad de la luz y que conservan energía suficiente como para estropear algunos aparatos electrónicos.
Estos viajeros espaciales son en realidad protones viajando a toda velocidad tras el estallido de alguna supernova en las proximidades de nuestro sistema. En concreto, los científicos han identificado los restos de una estrella
Sus observaciones les han permitido determinar la velocidad a la que viajan (entre 10 millones y 30 millones de kilómetros por hora) y otros datos importantes para conocer más de cerca las misteriosas centellas espaciales que veían Aldrin y sus compañeros al cerrar los ojos camino a la Luna.
Así que la próxima vez que alguien te pregunte qué ven los astronautas cuando cierran los ojos, ya sabes la respuesta: fogonazos. :-P
El fenómeno tiene su entrada en la Wikipedia: Cosmic ray visual phenomena. Más info: Source of super cosmic rays pinned down. Vía: lainformacion.com