Estación central de Michigan. Imagen: Chris Wolschon (Flickr)
Cuando sale a recoger datos sobre el terreno, el geólogo Jeffrey L. Howard no se dirige a una solitaria campiña, sino a las ruinas de lo que un día fue una de las mayores ciudades industrializadas del mundo. Desde hace más de 20 años, Howard analiza el suelo de las fábricas, bibliotecas y edificios de oficinas que quedaron abandonados en el centro de Detroit a partir de los años 70 y que ha convertido en su propio “laboratorio natural”.
Hacia 1950, el casco urbano de Detroit tenía casi dos millones de habitantes y lideraba la construcción del automóvil. Pero la crisis y la emigración hacia los suburbios dejaron el centro de la ciudad prácticamente despoblado, con apenas 700.000 habitantes y decenas de edificios en estado de ruina. Faisanes, zorros y pavos salvajes habitan ahora entre lo que un día fuera el corazón de la ciudad y el lugar que Jeffrey L. Howard ha elegido para hacer ciencia.
Según relata Mary Makarushka en un artículo para la Soil Science Society of America, la actividad de Howard en la ciudad abandonada se remonta a principios de los 90, cuando de manera fortuita descubrió la similitud entre los procesos de oxidación y erosión que sufrían los clavos y restos de los edificios con los que se producen en los minerales y rocas en un contexto más natural.
Pero a diferencia de lo que ocurre en la naturaleza, explica, aquí no tiene que esperar miles de años, sino que puede observar cómo se producen los procesos y datarlos con cierta exactitud. “En un suelo urbano”, asegura Howard, “sabemos cuál es la hora cero. Y eso no lo sabemos tan bien en la naturaleza”. “Geológicamente”, explica, “el tiempo cero de la ciudad empieza en 1701”. Si trabaja en un solar cuyo edificio fue demolido en 1969, por ejemplo, ya conoce la fecha en que el suelo empezó a formarse y gracias al registro histórico puede conocer el resto de circunstancias que influyeron en su formación.
Howard y su equipo han excavado en algunas de las zonas más significativas de la ciudad, como la avenida Woodward, la estación central de trenes de Michigan o el barrio donde se criaron leyendas como Smokey Robinson o las Supremes. Al igual que ocurre con las excavaciones en la naturaleza, Howard encuentra estratos u horizontes en las excavaciones urbanas y distintas capas de materiales que aportan mucha información: las zonas que fueron de jardines, los cambios de la ciudad cuando llegó el ferrocarril, e incluso una capa de hollín de la época en que el carbón era la fuente de energía principal.
Excavando en algunos lugares, se topan a veces con sorpresas, como un sistema completo de riego por aspersión en el parque Roosevelt Park cuya existencia desconocían y que presentaba una marca con la fecha de “1916”. “Tenemos una oportunidad para mirar en el proceso de erosión, que es natural, con una cronosecuencia que realmente podemos fechar”, insiste Howard. “Y también estamos viendo reacciones que normalmente no se ven en los suelos y de las no sabemos apenas nada”.
Para saber más: Detroit's Vacant Lots Provide ‘Natural Laboratory’ for Studying Soil Processes (Soil Science Society of America)
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