El ser humano es optimista hasta un punto casi enfermizo. Creemos que las cosas malas, como enfermedades o accidentes, solo pueden sucederle a los demás y tendemos a infravalorar los riesgos. Los científicos conocen este fenómeno como "sesgo optimista" o "sesgo de las buenas y malas noticias" y es el que explica por qué casi todo el mundo se considera más atractivo e inteligente que la media (lo que no tiene sentido estadístico) y por qué algunas personas siguen fumando, se meten en una hipoteca o no se ponen el cinturón de seguridad.
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