Los humanos y algunos primates tenemos una capacidad especial para detectar serpientes. Los neurocientíficos intuyen desde hace tiempo que algunas de las estructuras de percepción visual han evolucionado para detectar patrones naturales que indican peligro de forma automática, sin necesidad de que nuestro cerebro se pare mucho a pensarlo. Los colores vivos, por ejemplo, indicarían veneno, y el movimiento de las patas de una tarántula nos pondría sobre aviso. Pero, ¿qué pasa exactamente con las serpientes?
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