La mosca de la imagen que encabeza este artículo es uno de los muchos ejemplares de Drosophila melanogaster que viajaron en forma de huevo hace unos años con el trasbordador Discovery y eclosionaron en el espacio. Al regresar, el equipo de Deborah A. Kimbrell comenzó un experimento para comprobar cómo había afectado esta estancia en el espacio a estas moscas. A un grupo se les expuso a los efectos de la bacteria E. coli y a otro a los efectos de un hongo llamado Beauveria bassiana. Lo que comprobaron los científicos fue que las moscas que habían viajado al espacio, a diferencia del grupo de control de moscas criadas con el mismo genoma en la Tierra, seguían siendo igual de resistentes a la bacteria, pero se volvían, en cambio, más vulnerables al ataque del hongo.
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