La locura de la Guerra Fría dejó una profunda huella en nuestro planeta. Entre 1945 y 1992 se realizaron más de 2.000 detonaciones nucleares y el material radiactivo de las explosiones se esparció y acumuló por todo el mundo. Tanto es así, que cada uno de nosotros llevamos la huella indeleble de la era nuclear en nuestros huesos, y el análisis de los isótopos acumulados revelaría la época en la que nos ha tocado vivir. Ahora, un equipo de investigadores suizos acaba de comprobar que parte del plutonio y el cesio liberados en aquellas pruebas (y en accidentes como Chernóbil y Fukushima) siguen suspendidos en la estratosfera y que fenómenos como las erupciones volcánicas pueden ayudar a depositarlo.
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