Imagen: Paul Nicklen (National Geographic)
El día en que Alberto Nava y dos compañeros espeleólogos se introdujeron en el sistema de cuevas de Aktun-Hu, bajo las selvas de la península del Yucatán, ni siquiera sospechaban lo que estaban a punto de encontrar. Llevaban horas buceando y habían recorrido más de 1.200 metros con vehículos propulsores, cuando penetraron en una gran sala de unos 60 metros de alto y 36 de ancho. En aquella sala, conocida como Hoyo Negro, divisaron restos de paleofauna y entre ellos los huesos de lo que parecía un mastodonte. "Nos dijimos: es el descubrimiento de nuestras vidas, no podía ser mejor, todos estos animales, toda esta belleza...", recuerda Nava. "Y, de repente, subimos un poco más arriba, miramos, y allí teníamos este cráneo humano. Estaba boca abajo, con sus preciosos dientes, los huecos de los ojos... Impresionaba ver aquella bonita calavera".
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