Nuestra capacidad para sentir el dolor o el tacto es más o menos precisa en función la parte del cuerpo en el que se produzca el estímulo. Un grupo de investigadores de universidades británicas, encabezados por Flavia Mancini, ha trabajado durante meses para trazar el primer mapa preciso del dolor y el tacto y los resultados arrojan algunas sorpresas.
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