A unos 3.900 km al sudeste de Nueva Zelanda, en el paralelo 40 del hemisferio sur, hay una región del océano Pacífico que alberga los restos de varias decenas de vehículos espaciales. Durante los últimos 30 años, las agencias espaciales han elegido este lugar para estrellar sus naves de carga y hasta sus estaciones obsoletas porque es una zona profunda (hasta 4 km) y está alejada de áreas pobladas y las rutas marítimas internacionales.
La zona es conocida coloquialmente como el cementerio de naves espaciales y aquí se han dejado caer naves como los cargueros Progress, de la agencia espacial rusa, el japonés H-II o los ATV europeos. Estas naves se lanzan para proveer de suministros a la Estación Espacial Internacional (ISS) y una vez terminada su tarea, y llenas de los restos que sobran en la estación, se estrellan en el océano siguiendo la ruta más segura. Los rusos también han estrellado en esta zona del Pacífico varias estaciones espaciales obsoletas, las Salyut y la estación Mir (de 100 toneladas), cuya reentrada en 2001 tuvo en alerta varias horas a las poblaciones de Australia y las islas Fiyi.
Uno de los momentos más interesantes fue la reentrada del ATV Jules Verne que dejó algunas imágenes espectaculares en septiembre de 2008 antes de desintegrarse sobre el océano.
De hecho, como apunta BLDGblog, es probable que la ISS acabe sus días bajo estas aguas una vez que acabe su vida útil, que algunos situaban en una fecha tan cercana como 2020 (esperemos que no). Las agencias apuestan por traer de vuelta a la tierra estas grandes estructuras espaciales porque dejarlas en órbita, aunque se las enviara a órbitas más lejanas, supondría un riesgo mayor (imaginemos la cantidad de fragmentos que podría originar la ISS si se convierte en una nave fantasma que chocara accidentalmente con algún objeto).
La idea de que exista una zona del planeta donde se vayan acumulando todos estos derrelictos de la era espacial tiene un punto maravilloso, aunque en honor a la verdad hay que recordar que estos vehículos se desintegran en pequeños trozos, la mayoría irreconocibles, y que el área es tan extensa que sería muy improbable encontrarlos en una excursión submarina. Aún así, gente como el autor de BLDGblog se atreve a soñar con un futuro en que el cementerio de naves sea declarado patrimonio cultural por la UNESCO y que con el paso de las décadas se convierta en una necrópolis inmensa de los tiempos en que empezamos a viajar a las estrellas.
Enlace: The Spacecraft cemetery (BLDGBLOG)