Si has mirado alguna noche las estrellas en algún lugar apartado y oscuro te resultará familiar el manto lechoso que cruza el cielo, el que da nombre a la Vía Láctea, y una pequeña banda de luz que parece surgir del horizonte que conocemos como luz zodiacal. Buena parte de esas luces que divisamos en la oscuridad no proviene de las lejanas estrellas, sino del brillo reflejado por millones de diminutas partículas de polvo cósmico de las que hasta ahora solo teníamos referencias indirectas. Pero a finales de los años 90 la NASA decidió enviar una misión para capturar algunas de estas partículas y traerlas de vuelta a la Tierra. Aquella misión se bautizó como Stardust (polvo de estrellas) y una década después, estamos conociendo los primeros resultados.
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