La lengua con la que nos criamos desde pequeños configura nuestras representaciones del mundo y nos marcará a lo largo de nuestra vida, pero ¿qué pasa con aquellas personas que pasan solo unos meses de su vida en un lugar y después se trasladan a una cultura distinta? Para conocer la respuesta el equipo de Lara J. Pierce ha puesto en práctica un curioso experimento que se publica este lunes en la revista PNAS.
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