Esta imagen de un F-117 cubierto por el hielo en el interior del inmenso hangar no pertenece a ninguna película post apocalíptica en la que el mundo ha sido destruido por una glaciación. El famoso 'bombardero invisible' de la foto se encuentra dentro de una de las instalaciones más alucinantes de las que dispone la Fuerza Aérea de EEUU, el laboratorio climático de McKinley, en Florida, conocido también como la "cámara de tortura de los aviones", y está siendo sometido a una prueba rutinaria para comprobar si puede resistir las condiciones más extremas.
Imagen: US Air Force
En este laboratorio, aseguran sus responsables, se puede reproducir cualquier circunstancia meteorológica imaginable e incluso algunas inimaginables. La nave - en la que caben todo tipo de aviones de gran tamaño a excepción del A-380- está preparada para desencadenar un huracán, una ventisca de nieve, lluvia torrencial y temperaturas entre los 40 C bajo cero y el calor más asfixiante. "Podemos hacer que caigan hasta 60 cm de lluvia por metro cuadrado en una hora", asegura su director, Kirk Velasco en la revista Air & Space. En una ocasión, recuerda, hicieron llover con tal intensidad que el avión se les llenó de agua porque estaba mal sellado y parecía una piscina con alas.
Las grandes turbinas son capaces de crear vientos de gran intensidad que azotan las aeronaves desde todos los ángulos e incluso pueden hacerlo mientras los motores del avión están en marcha (todo un desafío estructural). Mediante el uso de refrigerantes pueden bajar la temperatura hasta niveles extremos y cubrir el aparato de hielo para ver cómo responde o variar las condiciones humedad de un 10% a un 100% en pocos minutos. Eso sí, la factura de la luz del complejo suele alcanzar los 200.000 dólares al mes.
Imagen: US Air Force
La idea de construir este laboratorio, se cuenta, la tuvo el coronel Ashley C. McKinley, que da nombre a la infraestructura. Al parecer, a este piloto de dirigibles que voló sobre la Antártida se le ocurrió que salía más barato construir un laboratorio climático que llevar cada prototipo a Alaska y volver a traerlo. En sus 60 años de historia, aquí se han probado más de 300 aeronaves y más de 2.000 piezas de equipamiento. En el centro McKinley han pasado los modelos de todos los aviones y helicópteros militares de EEUU y muchos civiles, además de otros vehículos como tanques y armas como misiles, cañones o ametralladoras. En algunas de las salas adyacentes del complejo se realizan otras pruebas especializadas, como las de resistencia a la arena, y se comprueba si las armas siguen funcionando después de ser sometidas a las más terribles inclemencias.
Un grupo durante las pruebas de un Hércules C-130 (Imagen: Eglin Air Force Base)
En funcionamiento desde 1947, el laboratorio climático ha sido objeto de varias remodelaciones y ampliaciones. El objetivo no es solo probar equipamiento militar, también se prueba el funcionamiento de las puertas de emergencia de algunos aviones, de los chalecos salvavidas o las máscaras de oxígeno que saltan en caso de emergencia. Como explican en el fantástico artículo de Air & Space, si un día le toca vivir una de estas situaciones en el interior de un avión, sepa que la seguridad ha sido previamente probada en la cámara de torturar aviones de McKinley y sus amigos.
Referencia: Torture Chamber (Air & Space magazine) | Imágenes: Eglin Air Force Base y US. Air Force