En su libro "Las lagartijas no se hacen preguntas", Leonard Mlodinow cuenta que su padre estuvo en el campo de concentración de Buchenwald, donde los nazis asesinaron a unas 56.000 personas y retuvieron a unas 250.000. Por casualidad, se hizo amigo de un preso con conocimientos de matemáticas que le propuso un juego.
Un día, a pesar del abismo que los separaba, el preso matemático le propuso a mi padre que resolviera un problema. Mi padre le dio vueltas durante unos cuantos días, pero no logró desentrañarlo. Cuando volvió a ver al preso, le preguntó por la solución. El hombre no se la quería dar, le decía que tenía que descubrirla por sí mismo. Pasó algún tiempo, y mi padre volvió a preguntárselo, pero el otro preso se aferraba a su secreto como si fuera un lingote de oro. Mi padre intentó reprimir su curiosidad, pero no pudo. En medio del hedor y la muerte que lo rodeaban, se obsesionó con la respuesta. Por fin el otro preso le propuso un trato: le revelaría la solución si le daba un mendrugo de pan. No sé lo que pesaría mi padre por aquel entonces, pero cuando lo liberó el ejército estadounidense no llegaba a cuarenta kilos. Pese a ello, su anhelo de saber era tan fuerte que se había desprendido de su mendrugo de pan a cambio de la respuesta.Feliz día de Pi ;)