Altamira, un 'mea culpa' de la ciencia

01 abril 2016

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En septiembre de 1880, cuando Marcelino Sanz de Sautuola acudió al Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica de Lisboa para relatar los descubrimientos que había hecho en la cueva de Altamira, se encontró con el desprecio y desconfianza de los científicos, para quienes parecía inconcebible que unas pinturas como aquellas hubieran sido pintadas por el hombre primitivo. El prehistoriador francés Émile Cartailhac, una de las figuras más prestigiosas de la época y a quien don Marcelino había acudido en busca de ayuda, abandonó airadamente al reunión al considerar que aquello debía ser una tomadura de pelo o una falsificación.

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