Primero es una chispa en la oscuridad. Después otra, y otra, hasta que se convierte en una antorcha eléctrica que cambia de forma y de color. “Cuando me puse las primera vez las gafas fue un impacto ver algo delante de mí”, recuerda. “Volvía a tener la retina trabajando y me dije: ¡caramba, si estoy viendo algo otra vez!”. Era la primera luz que Francisco Mulet percibía después de más de 30 años ciego como consecuencia de una retinosis pigmentaria. Una mañana de 1980, mientras trabajaba como probador de coches de la Citröen, se dio cuenta de que no distinguía a lo lejos las luces de un semáforo. Después vinieron las revisiones y la sentencia de esta enfermedad en la que la retina del paciente se va deteriorando hasta fundirse en negro.
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El día que Francisco volvió a ‘ver’
25 julio 2017
Escrito por Aberrón a las 18:15 | 0 comentarios »