Ser imbécil es tendencia. Tanto que se ha convertido en un modelo de negocio y cada tertulia televisiva convoca a su propio imbécil para que el respetable pueda disfrutar del espectáculo. Vivimos una época en la que los idiotas se han convertido en una suerte de agujeros negros; en cuanto aparece uno, ya sea en medios o en redes sociales, la atención empieza a girar a su alrededor hasta que se lo terminan tragando todo. A este horizonte de sucesos podríamos llamarle el “horizonte de idiotez”, ese punto a partir del cual ya no escapa la “luz”, entendida esta como la más mínima manifestación de inteligencia. Y este ejército de idiotas consume una gran cantidad de recursos. Si calculáramos el tiempo que dedicamos a los imbéciles en términos de PIB nos encontraríamos con un sector tan importante como el turismo. Y si lo hiciéramos en términos de producción eléctrica, con la energía que empleamos en discutir con los idiotas se podrían iluminar varias ciudades.
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Los confines de la estupidez humana
11 octubre 2017
Escrito por Aberrón a las 20:25 | 0 comentarios »