Parece una pregunta sencilla, pero casi tiene tanta miga como la famosa cuestión del vestido ‘azul y negro’ o ‘blanco y dorado’. La periodista Marina Koren descubrió lo complejo que podría ser el asunto al ver un tuit en el que alguien preguntaba a la gente si una pelota de tenis era verde o amarilla. Ella las ve amarillas, pero descubrió en los resultados de la encuesta que una ligera mayoría (52% frente a 42%) las considera verdes. ¿Qué está pasando aquí?
Please help resolve a marital dispute.— CGP Grey (@cgpgrey) 8 de febrero de 2018
You would describe the color of a tennis ball as:
Koren intenta desentrañar el misterio en un artículo publicado en The Atlantic y titulado “What Color Is a Tennis Ball?” (¿De qué color es una pelota de tenis?”). Lo que explica, de manera un tanto confusa, es que técnicamente la pelota es amarilla, dado que es el color que manejan los fabricantes y la que se estableció en el reglamento cuando se cambiaron las pelotas blancas y negras originales porque no se veían bien en televisión. La conclusión de Koren tras consultar a los expertos es que en la valoración del color de la pelota interviene un mecanismo parecido al que ocurría con la famosa foto del vestido. Nuestro cerebro tiende a restar colores cálidos o fríos en función del estado mental (nocturno o diurno), hasta el punto de que se atreve a aventurar que quienes veían el vestido blanco y dorado ven la pelota amarilla y quiene lo ven azul la perciben verde (porque restan los colores cálidos).
A mí esta me parece una explicación demasiado enrevesada. Diría que una mayoría de personas ve las pelotas de tenis de color verde por un asunto de asociación cultural más que de percepción, ya que asociamos objetos con colores desde que somos pequeños y eso marca nuestra percepción de por vida. El asunto es muy parecido al que describí hace un tiempo en Next en mi artículo “¿De verdad sabes de qué color es un plátano?”, sobre los experimentos que demuestran que la forma de un objeto influye en la manera en que identificamos su color. En la prueba se comprobaba que un mismo color despierta respuestas diferentes en función de la forma tridimensional sobre la que se proyecta y, a la vez, que la forma de un objeto modifica la forma en que discriminamos un tono.
En otras palabras, nuestra percepción del color es totalmente subjetiva y se ve influida por un gran número de factores, como el contexto, la luminosidad o la forma del objeto. O el color que le hemos asociado desde niños, como pasa con las pelotas de tenis. Como apunta la investigadora Bevil Conway en el artículo de The Atlantic, “la manera en que etiquetamos el color de una pelota de tenis está determinado por factores tanto perceptivos como cognitivos”. Los plátanos, que pueden tener un montón de tonalidades dependiendo de su estado de madurez, los asociamos con el color amarillo porque es el estado en el que suelen estar cuando nos los presentan o los consumimos. Y las pelotas de tenis parecen verdes para muchos porque son el color con el que las han asociado, hasta el punto de que si pusiéramos el mismo tono sobre otra forma- como la de un plátano - estoy seguro de que su respuesta variaría.
Podéis hacer esta prueba con alguien que no haya visto previamente las pelotas de tenis y preguntarle: ¿de qué color ves estos plátanos?
En cualquier caso, como veis, se trata de una tonalidad especialmente conflictiva, en la que nos cuesta definir el color y cualquier factor puede inclinar la balanza. Para salir de dudas, le pregunto a mi hija Laura (10) de qué color ve ella las pelotas de la foto de arriba y me da la respuesta definitiva: “Pues verde-amarillo, normal, papá. Verde en la parte de la sombra y amarillo en la parte clara”. Y me dice algo parecido respecto a los plátanos de abajo. Creo que eso zanja un poco la cuestión, pero si queréis discutirlo tenéis la sección de comentarios ;)