La parte de atrás de la conquista lunar

12 octubre 2018

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El tipo que aparece en la imagen tocando el ukele mientras sus compañeros atienden a la gente es Neil Armstrong. Los tres acaban de regresar del viaje más alucinante realizado jamás por ningún ser humano, pero a Neil no le gustan los focos ni las cámaras. Viste el mono de la cuarentena y toca el instrumento distraído, como si la cosa no fuera con él. A lo largo de su vida tuvo que ponerse muchos trajes, el de ingeniero, el de piloto de X15, astronauta de la misión Gemini y el que le sirvió para dar los primeros pasos en la Luna, pero el traje de héroe siempre le resultó incómodo, como ese niño que odia los disfraces porque le tiran de la sisa y no quiere llamar la atención. “No creo que merezca tanta fama”, dijo en el programa “60 Minutos” de la CBS en una de las pocas entrevistas que dio en los últimos años de su vida.

Damien Chazelle le acaba de dedicar con “First Man” la película que Armstrong merecía, un traje a medida que ha captado el carácter esquivo y algo atormentado de este no-héroe universal al que millones de niños soñaron con parecerse. Dos horas de filme en las que teje también una demostración convincente de que aquellos que alguna vez hemos fantaseado con ser astronautas no tenemos ni pajolera idea de lo que significa un trabajo como ése, la de horas de sacrificio y terror que requieren un empeño colectivo como el que llevó a los estadounidenses a ganar la carrera espacial.

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